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Estoicismo – Meditaciones Estoicas 20 siglos después.

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Epicteto. Disertaciones con Arriano. Libro III. Pasajes III-IV [CITA ESTOICA] [DIA 100]

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro III – Pasaje III

La materia del hombre bueno y honrado es su propio regente; el cuerpo es la materia del médico y del masajista; el campo lo es del campesino. Pero la función del hombre bueno y honrado es usar las representaciones conforme a la naturaleza. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.3.1

Este pasaje trata sobre porque la práctica Estoica es lo más importante que existe en esta filosofía. Suele utilizarse mucho en referencia esta primera frase cuando se habla de la distinción entre el planteamiento Socrático o Aristonio (de Aristón de Quíos, que compartía más la filosofía Socrática de que una vez comprendido algo hasta su máxima esencia uno no debería actuar contradictoriamente), y el planteamiento Estoico, que en cierta medida comparte algunos elementos, pero sitúa la práctica como componente fundamental para alcanzar el conocimiento (episteme)

Igual que en la práctica de la labor, los médicos alcanzan su conocimiento. Y los campesinos igual, el estoico ha de practicar su propio camino: La práctica de saber usar las representaciones conforme a la naturaleza (conforma al correcto asentimiento o Razonablemente). Como ya he repetido anteriormente, aunque quizá el Estoicismo pueda no ser representado como una forma de Akrasia, en cierto grado comparte la idea de que el conocimiento no llega exclusivamente desde la parte cognitiva.

Igual que el cambista o el vendedor de hortalizas no pueden rechazar la moneda del César, sino que si la presentas, quiera o no quiera ha de entregar la mercancía a cambio de ella, así pasa también con el alma. Cuando se presenta el bien, rápidamente se mueve hacia ello; cuando el mal, se aleja de ello. El alma nunca rechazará una representación clara del bien, igual que la acuñación del César. De ello depende todo movimiento, tanto del hombre como de la divinidad.
Por eso se prefiere el bien a todo parentesco. Nada tengo que ver con mi padre, sino con el bien. «¿Tan duro eres?» Así es mi naturaleza. Así me acuñó la divinidad. Por eso, si el bien es distinto de lo honesto y lo justo, se acabaron el padre y el hermano y la patria y todos los asuntos. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.3.3-7

Esto se parece mucho al concepto del cilindro de Crisipo:

Y a continuación pone un ejemplo de ello que ¡por Hércules! resulta muy apropiado e ingenioso: “Si arrojas una piedra cilíndrica por un terreno en cuesta y escarpado, le proporcionas ciertamente la causa inicial de su precipitación; sin embargo, la piedra precipitada rueda, no porque tú la hagas rodar también, sino porque esa posibilidad la tiene en sí su figura y la redondez de su forma; de igual manera el orden, la estructura y la ineluctabilidad es lo que pone en movimiento determinado tipo de causa y el comienzo de esa causa; mas la voluntad propia de cada uno y la índole natural de su espíritu es lo que en definitiva regula los impulsos de nuestras decisiones y de nuestras ideas, así como nuestras acciones mismas”. – Aulo Gelio, Noches Áticas, Libro I, 7.2.11

En cierto modo, los Estoicos pensaban que la manifestación de las emociones, es propia de no dirigir el alma hacia el Bien, como un cilindro que rueda cuesta abajo. Si rodamos conforme al cilindro (es decir nos dirigimos hacia el bien, que es la dirección hacia donde gira), las emociones no tendrán «necesidad» de expresarse porque no tendrán un motivo para ello. Pero si en cambio queremos salirnos de la trayectoria del cilindro, entonces la propia inercia de la caída nos seguirá empujando irremediablemente hacia abajo, pero con el añadido de «arañarnos» por habernos esforzado en desplazarnos de manera equívoca. Ya usé en el pasado, la metáfora de ir flotando en un río e intentar nadar en contra corriente, pero a efectos es lo mismo (tema relacionado también fuertemente, con la providencia estoica)

Como para cada uno es distinta la moneda, el que la ofrece obtiene lo que se vende a cambio de ella. Llega a la provincia un procónsul ladrón. ¿Qué moneda usa? El dinero. Ofréceselo y llévate lo que quieras. Llega un adúltero. ¿Qué moneda usa? Las muchachas. «Toma —dice uno— la moneda y véndeme el asuntillo». «Trae y llévatelo». Otro se interesa por los muchachos. Dale su moneda y coge lo que quieras. Otro, aficionado a la caza. Dale un buen caballito o un buen perrito: gimiendo y suspirando te venderá a cambio lo que quieras. Otro le obliga desde dentro: el que le impuso esa moneda. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.3.11-13

La razón, como ya sabemos es incoercible, libre de impedimentos, de trabas. En definitiva no se puede comprar. Pero en cambio el resto, si es adquirible, atesorable, y por ello nos quita esta libertad y nos vuelve esclavos del medio. Esta es la importancia de la práctica estoica para poder abstraernos de esta atadura. No es tanto semejante a este planteamiento cínico de ascetismo total, sino de re-enfoque del esfuerzo hacia lo verdaderamente relevante.

Uno ha de ejercitarse sobre todo en este aspecto. Desde el alba, acercándote a quien veas, a quien oigas, examínale, responde como si te preguntasen: ¿Qué has visto? ¿Un hermoso o una hermosa? Aplícale la regla: ¿Ajeno al albedrío o sujeto al albedrío? Ajeno al albedrío: échale fuera. ¿Qué has visto? ¿A uno de luto por su hijo? Aplícale la regla: la muerte es ajena al albedrío: pártalo de en medio. ¿Te has encontrado con un cónsul? Aplícale la regla: ¿cómo es el consulado? ¿Ajeno al albedrío o sujeto al albedrío?Ajeno al albedrío: aparta también eso, no es aceptable; échalo, no tiene nada que ver contigo. Y si hiciéramos esto y nos ejercitáramos en ello a diario desde el alba hasta la noche, algo saldría, por los dioses.
Pero, en realidad, cualquier representación nos coge pasmados y sólo en la escuela, si acaso,espabilamos un poco. Pero si al salir vemos a uno de luto decimos: «Está deshecho»; si a un cónsul: «¡Feliz él!»; si a un desterrado: «¡Infeliz!»; si a un mendigo:«Pobre, no tiene qué comer». Estas opiniones viles son las que hay que echar abajo, por esto hemos de esforzarnos. ¿Qué es el llorar y el gemir? Una opinión. ¿Qué es la desdicha? Una opinión. ¿Qué son la rivalidad,la disensión, el reproche, la acusación, la impiedad, la charlatanería? Todo eso son opiniones y nada más, opiniones sobre cosas ajenas al albedrío como si se tratara de bienes y males. Que alguien lleve esa actitud alo que depende del albedrío y yo le doy palabra de que se mantendrá en calma, sea como sea lo que le rodee. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.3.14-19

Y este último apartado explicando con detalle como se práctica la examinación de impresiones tal como plantea Epicteto. La examinación de impresiones se hace en la calle. Cuando nos acercamos a un amigo que le ha dejado la novia y pensamos: «Pobre infeliz». O cuando pasamos en coche al lado de alguien que se le ha averiado el suyo y exclamamos: «¡Que mala suerte!». O cuando vemos como cualquier desgracia a nuestro alrededor afecta al personal y damos por supuesto que eso que ha pasado es algo malo

Al hacer esto, estamos promulgando en la consciencia con un pensamiento: Existen cosas buenas y cosas malas. Y esto que ha pasado es bueno. O es malo. Pero sea como sea es externo. No establecemos una diferencia entre lo bueno y lo malo, lo interno y lo externo. Y esta falta de diferenciación con el tiempo es lo que nos lleva al vicio, por tanto a la emoción y a la pasión. A la rivalidad, al reproche, a la acusación. Pero todo son opiniones, falsas representaciones de un evento externo. Pre-cogniciones o presunciones sin conocimiento de causa suficiente para determinar porque ha pasado (y que generalmente suele escapar a nuestra comprensión). ¿Es mala suerte que la caldera de la casa explote y salga en llamas? Físicamente esto sabemos que pasa. Es algo posible aunque no probable. Podríamos comprobar hasta la saciedad para que esto no pase. Pero durante estas comprobaciones nuestro Alma quedará turbada. Para el estoico la probabilidad de que pase es irrelevante. Pero el hecho que el alma quede turbada por impedirlo es extremadamente relevante. Lo único relevante en esta vida. Por eso no es tanto la pregunta de porque pasa algo sino el como afecta en nuestro interior: ¿De manera brusca, inesperada y generando algun tipo de perturbación en el Alma o sufrimiento?. ¿O de manera pausada, irrelevante e indiferente?

Uno quizá podría preferir el segundo caso. Pero en caso de que uno prefiera llegar hasta ese punto, primero uno ha de entrenar, de prácticar y de ejecutar el ejercicio estoico. Y en palabras como estas, Epicteto sugiere el camino que debemos seguir para alcanzarla: Desde el alba, acercándote a quien veas, a quien oigas, examínale, responde como si te preguntasen: ¿Qué has visto? ¿Un hermoso o una hermosa? Aplícale la regla: ¿Ajeno al albedrío o sujeto al albedrío? Ajeno al albedrío: échale fuera

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro III – Pasaje IV

El procurador del Epiro había demostrado de un modo bastante descomedido su interés por cierto actor y por eso fue insultado en público; y luego vino a contarle a él que había sido insultado y se enfadaba con los que le habían insultado.
—¿Y qué mal hacían? —dijo—. También ellos, como tú, se lo tomaron con interés.
Y al responderle aquél: «¿Ésa es manera de demostrar interés?», dijo:
—Viendo que tú, gobernador suyo, amigo y procurador del César, mostrabas tanto interés, ¿no iban a mostrar ellos otro tanto?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.4.1-2

Este corto pasaje habla también sobre el parecer, sobre las presunciones: Como pensar que lo que a uno le parece bien o mal sobre lo externo, debería parecernos a todos por igual. Una gran falacia. Aquí otro procurador, como otro de esos tantos que aparecen entre las enseñanzas de Epicteto, va a quejarse porque un suceso le ha resultado alarmante: La gente le ha perturbado por expresar su opinión contraria a la del publico sobre un elemento externo; y pretendía que no fuera así.

A estas alturas creo que si hemos estado siguiendo las disertaciones pasaje a pasaje, queda bastante clara y obvia la necedad de Epiro. Si entrar mucho más en detalle, sigue así Epicteto:

Conserve yo mi propio albedrío en esta materia conforme a naturaleza; que junto a mí no tengo a nadie más querido que yo»? Sería cómico que para que otro gane el premio de comedia resulte yo perjudicado. ¿Quién quiero yo que gane? El ganador. Y así ganará siempre quien yo quiera. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.4.10.11

Es un poco paradójico esto. Vivimos en un mundo en el que millones de personas sufren y disfrutan viendo espectaculos en la Televisión, condicionados al resultado de dicho espectáculo. La pregunta que uno puede hacerse, es ¿por qué culturalmente tendemos a esto? ¿Por qué asociamos el Alma a algo tan externo como es el resultado de un espectáculo? Como decía un buen amigo mio cuando le preguntaba: ¿Tu de que equipo de fútbol eres? Siempre me respondía: Del que gane. Nunca lo entendí muy bien. Pero ahora cobra más sentido.

Lo mismo dice aquí Epicteto:

– ¿Cuales son tus eventos preferidos en la vida?
– Los que ocurran.

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