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Estoicismo – Meditaciones Estoicas 20 siglos después.

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Epicteto. Disertaciones. Libro IV. Pasajes VII [DIA 128]

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro IV – Pasaje VII

—¿Qué hace temible al tirano?
—La guardia personal —responde— y sus espadas y el que vigila su cámara y los que rechazan a los que quieren entrar. […]
Por tanto, si se le acerca uno que no quiere ni morir ni vivir a todo trance, sino como le venga dado, ¿qué le impide acercarse sin temor? Nada. –  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.1,4

Para poder introducir este pasaje, es necesario plantear estas dos premisas en primera instancia: Definir que es lo que puede provocar un principio de miedo y que nos impide hacerlo en consecuencia, al margen o en base a ese miedo. En resumen: cual es el cuerpo del miedo a través de un ejemplo. Esto va completamente alineado con el concepto relativo a las emociones estoicas que ya vimos en el pasado.

Luego uno puede estar en esa disposición de ánimo respecto a esto por locura, y los galileos por costumbre. ¿No puede nadie aprender por razonamiento y demostración que la divinidad creó todo lo existente en el mundo y al propio mundo entero sin trabas y perfecto, y sus partes para uso del todo? Todo lo demás está lejos de poder comprender su gobierno, pero el animal racional tiene recursos para reflexionar sobre todas estas cosas: que él es una parte y qué parte y que está bien que las partes cedan al todo. –  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.6-7

¿Que puede hacer que no tengamos miedo a algo? Según plantea Epicteto, existen tres opciones:

  1. La disposición de ánimo de un loco, de una persona sin consciencia, sin razón, o sin Logike Psyche, en esencia son sinónimos.
  2. La disposición de los galileos, por costumbres. Que en gran medida la habituación a través de la costumbre, también produce la inhibición del miedo. Sería una de las formas conductistas para su tratamiento. Los galileos, eran los Judíos de Galilea o lo que es lo mismo, Palestina en tiempos de Jesús. Dicho de otra manera, los primeros cristianos en el imperio romano. Destaca este fragmento especialmente, porque es el único en el que se hace mención a los cristianos por parte de Epicteto.
  3. El correcto uso de las representaciones, tal y como comentaba en el pasaje de ayer. Sorprende un poco este planteamiento, dado que parece como que Epicteto, tomando un poco la postura Socrática, plantea que los miedos pueden inhibirse solo a través de un entrenamiento cognitivo, al margen de que ya haya comentado varias veces, que los estoicos parece que planteaban un enfoque más práctico y empírico.

Si uno se aferra a esto, ¿qué le impide vivir sin dificultades y dócilmente, aceptando mansamente todo lo que pueda suceder y sobrellevando lo ya sucedido?
—¿Quieres pobreza?
—Tráela y conocerás qué es la pobreza que le toca como papel a un buen actor.
—¿Quieres cargos?
—Tráelos.
—¿Quieres no tener cargos?
—Tráelo.
—Y trabajos, ¿quieres?
—Trae también trabajos.
—Pues el destierro.
—Vaya a donde vaya, me irá bien. –  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.12-13

Esto siempre va implícito en el planteamiento de Epicteto; de adaptarse a las circunstancias conforme vayan surgiendo. El «actor» que se menciona repetidas veces a través de las Disertaciones, no es ni más ni menos, que ese planteamiento de «rol» que ya he venido comentando en algunas meditaciones pasadas, como por ejemplo estos casos prácticos que analice unos días atrás. En este caso la palabra original es ὑποκριτοῦ (genitivo ὑποκριτής, hupokritḗs) que significa «aquel que actua en un escenario». Siendo en este caso, el escenario la vida, como otro rol cualquiera al que suele hacerse referencia.

En cualquiera de los casos, tanto para «bien» como para «mal», la idea es dar la bienvenida a lo que venga. Porque a uno le irá bien independientemente de como vengan las cosas según la propuesta que aquí ofrece Epicteto ante los mismos. Esto se ve claramente como una constante en todo lo que dictaba Epicteto: La divinidad es la que nos asigna los roles, y nosotros estamos aquí para aceptarlos. Y como dice a continuación el siguiente fragmento:

He sido liberado por la divinidad, conozco sus mandamientos, ya nadie podrá esclavizarme, tengo un emancipador como es debido, unos jueces como es debido. ¿Que eres dueño de mi cuerpecito? ¿Qué tiene que ver conmigo? ¿De mi haciendita? ¿Qué tiene que ver conmigo? ¿Del destierro o las prisiones? También te cedo todo eso y el cuerpecito entero cuando quieras. Prueba en mí tu poderío y te darás cuenta de hasta dónde llega.-  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.17-18

Nosotros solo disponemos de una herramienta en la vida: Ofrecer la buena voluntad para aceptar los que se nos presenta delante. Cualquiera puede ser dueños de «nuestros» bienes materiales, pero nadie puede ser dueño de nuestro albedrío, si realmente hemos avanzado a través del camino de la Virtud.

—Entonces, ¿cómo no te niegan el paso?
—Porque si alguien no me admite, no quiero entrar, sino que siempre prefiero lo que sucede.
Considero que es mejor lo que quiere la divinidad que lo que quiero yo. Me entregaré a ella como servidor y acólito, tendré sus mismos impulsos, sus mismos deseos; en suma, querré lo mismo. No pueden negarme el paso a mí, sino a los que lo pretenden por la fuerza. Entonces, ¿por qué no lo pretendo yo por la fuerza?.-  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.20

Aquí vuelve a insistir en la necesidad de «entregarse a la divinidad» (divina providencia) en cuerpo y alma. En gran medida este es el Sumo Bien. La razón en si, aunque si es cierto que es la suma Virtud, si indagamos hasta el fondo, podemos observar que tan solo es un medio para alcanzar a entender a la divinidad. El sumo bien, es realmente entregarse a la divinidad: Entender sus impulsos, sus deseos y querer lo mismo, como plantea aquí Epicteto. El verdadero y único bien es aceptar el «todo», o lo que es lo mismo, aceptar todo lo que procede del Universo (que en esencia es esa divinidad). Quizá he aquí la importancia de asignar unos «motivos» a porque debemos «aceptar todo lo que procede del Universo».

De aquí surgen cuestiones ontológicas como: ¿Por qué debemos aceptarlo?

a) ¿Por que simplemente hemos entendido que hay reglas que escapan a nuestro control? (Ética no necesariamente Estoica, como el categórico imperativo)
b) ¿O por qué hemos entendido que el Universo es perfecto y solo toma decisiones perfectas? (Física Estoica y Ética Estoica).

Esta es una de las cuestiones en las que también he venido meditando en las últimas semanas. Mi conclusión final ha sido bastante simplista al respecto: Existen una serie de preguntas ontológicas que han de tener una respuesta clara para nosotros. Y si no tienen esa respuesta, nuestra búsqueda incesante provocará que toda nuestra atención se desvié interminablemente hacia ellas. El problema es cuando tenemos demasiadas preguntas ontológicas abiertas, y no tenemos suficiente tiempo para responderlas todas (o para centrar nuestros esfuerzos en intentar dar una respuesta a las mismas). La sencillez de mi conclusión es la siguiente: En el fondo, nuestro rol en la vida, o nuestro «sentido transcendental», consiste en intentar dar respuesta a sólo una o dos de estas preguntas. Pero para el resto de las preguntas ontológicas existes, es necesario aceptar una solución sencilla, sea la que sea, aunque no provoque conformidad completa. El estoicismo en esta medida propone un montón de respuestas a estas preguntas ontológicas a través de su planteamiento de físicas: Sobre el Determinismo (la causalidad del universo), sobre el Materialismo, entre otras como ya vimos en su momento en los diversos temas relativos a la meta-física estoica.

Se reparten prefecturas: los niños verán. Dinero: los niños verán. Preturas, consulado: que lo cojan los niños. Que les nieguen el paso, que los golpeen, que besen la mano del que se lo da, de sus esclavos. Para mí son higos secos con nueces». ¿Y qué, si al tirarlos aquél por azar te vienen al regazo unos higos secos? Los cojo y me los como. Hasta ese punto sí se puede apreciar un higo. Pero agacharme y tirar a otro o que otro me tire y hacer la rosca a los que lo lanzan, no lo vale ni un higo ni ningún otro de los bienes respecto a los cuales los filósofos me han convencido para no creer que son bienes. –  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.23-24

En algunos pasajes me da la sensación de que todos los fragmentos del mismo, me resultan relevantes para un comentario y este parece que es uno de esos. Aquí se da paso a lo que simboliza para Epicteto, en el fondo, la idea de un «preferido indiferente», que bajo mi punto de vista, y sin lugar a dudas, se acerca más a la concepción que ofrecía Aristón de Quíos que Zenón de Citio: Una vida de motivación a través de la circunstancias y no por las preferencias. Aunque esto pueda chocar bastante con el punto de vista de aquellos que piensan que «hay que preferir algo para tener una dirección en la vida», como ya comentaba en el último pasaje, las preguntas que mueven a Epicteto son completamente diferentes:

Para Epicteto lo que ocurre en la vida y lo que se nos presenta, lo conceptualiza como simples «higos secos». ¿Me ofrecen un trabajo de jefe de departamento? Yo lo cojo y me lo como. Pero agacharme y tirar a otro o que otro me lo tire, «no lo vale» (no merece la pena). En otras palabras, la persecución de los indiferentes no esta dentro de los parámetros motivacionales del planteamiento «Epictetiano». La motivación pasa por otro lado: ¿Que me ayuda a la imperturbabilidad, a la impasibilidad, a la serenidad, a ser más amistoso o sociable, más racional (en términos de correcto uso de las representaciones, de las opiniones, o en definitiva de correcto uso del asentimiento), en definitiva, que me ayuda para avanzar en la Disciplina del Deseo y del Asentimiento?

El resto, secundario, circunstancial; algo por lo que no merece la pena ni agacharse a recogerlo. Por eso como decía Epicteto en el pasaje anterior (Libro IV.6):

Habiendo esa diferencia en lo que se desea, en las obras, en las plegarias, ¿quieres aún tener lo mismo que aquéllos en lo que ellos se han esforzado y tú no?

Sé que podria ser duro oir esto, para muchos que valoran el Estoicismo, como la disciplina de la auto-ayuda, de la superación, del crecimiento. De como alcanzar nuestras metas. Pero el estoicismo es una filosofía de resignación ante los indiferentes morales. Olvídate de ser el mejor político, el mejor padre, el mejor amigo. Lo único que importa (al menos en el Estoicismo Epictetiano), es ser el mejor espíritu humano: Aquel libre de trabas, libre de deseos, libre de pasiones y con la más recta razón y correcto asentimiento. El resto si llega por casualidad, bien lo cojo. Aquellos mensajes que escribí en su día sobre la motivación estoica, estan completamente obsoletos en este punto

Pero si es cierto eso que dicen de: «Quien no lo sigue, no lo consigue», olvídate de ser nadie (reputación) en la vida si sigues la filosofía estoica (o al menos tener el deseo de ello, porque si realmente lo consigues, será tan indiferente, como no necesariamente preferido). Por eso, creo que no me cansaré de repetirlo a estas alturas: El estoicismo no es una filosofía apta para todos los públicos. Porque soy consciente que la mayor parte de los públicos esta llegando al estoicismo, para no sentirse tan perturbado por esos avatares de la vida, que nos golpean incesantemente. Pero al mismo tiempo, desean tener un buen trabajo, una buena familia, progresar en su area de conocimiento, ser mejor amigo, etc… Pero aunque esto pueda llegar solo, no forma parte del interés del estoico (repito, al menos el estoico Epictetiano). Es algo que si esta ahí, bien, sino, da igual.

Así que, cuando ni tema ninguna de las situaciones en las que puede ponerme ni desee nada de lo que puede proporcionarme, ¿por qué voy a seguir admirándole, por qué voy a seguir quedándome estupefacto? ¿Por qué temer a los guardias? ¿Por qué alegrarme si me habla amablemente y me recibe y contar a otros cómo me habló? ¿Verdad que no es Sócrates ni Diógenes para que yo tenga su alabanza por un reconocimiento público?. –  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.28-29

Entonces, cuando no siga lo que «deseo», ni nada en particular, ¿que he de temer entonces? Al retirar el valor moral de todo (la moral vacía que tanto he comentado y que parece que en este punto aún permanece vigente), automáticamente todo deja de tener sentido. Y al dejar de tener sentido, las pasiones desaparecen (por un correcto asentimiento, que supuestamente, es no dar un valor moral, a nada externo a lo nuestro propio, que en esencia es la facultad rectora del espíritu).

—Sí, pero esos razonamientos hacen que se desprecien las leyes
—¿Y qué razonamientos hacen a los que los usan obedientes a las leyes? La ley no es lo que depende de un loco. Y, sin embargo, mira cómo nos preparan para comportarnos como es debido incluso ante éstos, al enseñarnos a no disputarles la posesión de nada en aquello en lo que nos puedan vencer. –  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.34-35

Hace poco, preguntaba en un grupo de Estoicismo, que relación podría existir entre la anarquía y el estoicismo. Aquí Epicteto da algunas pistas de su planteamiento: La clave esta en esta frase: La ley no es lo que depende de un loco. La Anarquía no es ni deja de ser relevante para el Estoicismo. El estoicismo se adapta a cualquier formato de gobierno.

Pero como la propuesta de los estoicos es renunciar a todo, a la hacienda, al cuerpo, a los hijos, a los padres, etc… solo hay una cosa a la que no hay que renunciar: Al parecer de cada uno

Dice Epicteto: ¿Que violación en la ley hay en no renunciar a los pareceres? 

Es decir, yo puedo tener el parecer de que he de prender un edificio en llamas, y en el caso de proceder con este parecer, esto hará que me arresten. No desprecio la ley, puesto que acepto y soy consciente de que me van a arrestar, o matar por ello (depende el país), pero al mismo tiempo soy consciente que he quemado dicho edificio de acorde a mi parecer (considerando que tengo y se me presenta la posibilidad de acorde a las circunstancias, que es lo más importante). En este caso, prender el edificio probablemente, y en la mayoría de los casos, sea mala idea porque es una medida poco amistosa o social (como una de las 6 preguntas que proponía Epicteto). Pero seguramente existan circunstancias en las que sea adecuado basándose en la motivación Estoica «Epictetiana» que vengo comentando en estos últimos dos pasajes.

Es importante saber diferenciar esto: Nadie puede privarnos de los pareceres, pero si adquirir ciertos deseos y la ejecutar ciertas acciones. Disponer de libertad de parecer está completamente dentro de la ley.  Y a partir de aquí acaba así el pasaje:

¿Verdad que no te disputo nada? ¿Verdad que tú nunca te has interesado por las opiniones? ¿Verdad que tampoco por tu propio raciocinio? ¿Verdad que no sabes de qué partes está compuesto, cómo se organiza, cómo se articula, qué facultades tiene y cuáles son? Entonces, ¿por qué te enfadas si otro, que se ha preocupado, te aventaja en ello?
—Pero esas cosas son las más importantes.
—¿Y quién te impide dedicarte a ello y preocuparte por ello? ¿Quién tiene mayor preparación en libros, en ocio, en cosas que le ayuden? Simplemente, inclínate alguna vez a eso, asígnale tiempo, aunque sea poco, a tu propio regente. Medita cómo es y de dónde ha venido lo que se sirve de todo lo demás, lo que pone a prueba todo lo demás, lo que elige, lo que rechaza. Pero mientras te dediques a lo exterior tendrás eso como nadie y lo otro como quieres tenerlo: sucio y descuidado. –  Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.7.38-41

En definitiva, en lo que un estoico debe hacerse más fuerte y mejor es lo único en lo que realmente merece la pena hacerlo según el planteamiento de esta filosofía. La cuestión de hasta cuanto merece la pena es otro debate. Y esto seguro que a través de artimañas eclécticas, se podría inventar un modo para extraer lo mejor de los dos mundos: El progreso personal con respecto a los indiferentes, y la capacidad de indiferencia ante los avatares de la vida.

A mi personalmente, fusionar estos dos aspectos, me parece no tarea difícil sino prácticamente imposible. La propuesta pasa quizá en la línea de la aceptación del Todo como un conjunto. Hacer lo que uno quiera, aceptando la inmensidad de la causa-efecto. Pero existe una serie de contradicciones morales a las que nos veremos enfrentados, que se pondrá en duda, la autenticidad de todo el sistema. Por eso, como creo que ya comente en el pasado, tengo bastante certeza, que para la mayoría, la mejor idea es pasarse al estudio de otras filosofías como el Neoplatonismo, o el Peripatetismo, las cuales aportan marcos de trabajo en los que la capacidad de desarrollarse entre indiferentes, es viable, y al mismo tiempo, permiten cosechar diversas Virtudes, y en consecuencia llegar a alcanzar por esa línea un grado de Eudaimonia que en teoría es el fin o la meta en todo este tipo de filosofías.

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