Los hombres confiesan algunos de sus defectos fácilmente, pero otros difícilmente. Y es que nadie reconocerá que es un insensato o un majadero, sino que, muy al contrario, a todos les oirás decir: «¡ Ojalá tuviera tanta suerte como buen sentido!» . – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.21.1
Un pasaje muy interesante que trata acerca de la incongruencia del Estoico con los Indiferentes y la Virtud. Y en resumen, ese posicionamiento que generalmente adquirimos todos, para considerar que todo lo que hacemos está bien y que la necesidad de cambio personal es pequeña, o incluso en muchos cambios es nula.
Entendiendo que el Estoicismo, propone un cambio radical en la forma de ver las cosas y entender las representaciones y presunciones, es normal que Epicteto trate un tema de estas características, repetidas veces; pero en este fragmento en cuestión, lo trata con algo más de profundidad, y destaca todos aquellos aspectos en los que solemos aferrarnos a esa cualidad por la cual nos sentimos completos sin falta alguna en nuestro interior
¿Cuál es, entonces, la razón? La principal, la incongruencia y la inquietud en lo relativo a los bienes y los males, pero otros tienen otras razones y casi todo aquello que se imaginan que es deshonroso con frecuencia no lo confiesan. El ser tímido se imaginan que es propio de un carácter apacible, e igualmente el ser misericordioso; pero el ser estúpido, completamente de esclavos. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.21.4-5
Muchos confunden el hecho de ser tímido con ser «tranquilos» o incluso fiables; o el hecho de ser misericordioso (es decir, sentir pena y compasión por terceros, aquellos que prestan esa ayuda a terceros «desinteresada»), como cualidades positivas, las cuales en ambos casos son vicios, el tímido por una falta de libertad de expresión, propia generalmente de un miedo (phobos), y el misericordioso, por la parte de la pena, como dolor (lupe) ante cosas ajenas a uno. Siempre me llamo la atención la propuesta que daba Séneca en cuanto a las personas que acostumbraban a dar «limosna» o aquellos que compadecían de las victimas del terrorismo. En cualquiera una forma de empatía, en el que la persona se pone en el lugar ajeno, y trata de mostrar «compasión» o «misericordia» de no querer encontrarse en el mismo lugar. Esta es la razón por la que en Europa se confraterniza más con las víctimas del terrorismo de Francia que de Turquía, o por la que confraternizamos más con una persona mayor pidiendo limosna que podría ser nuestra abuela, comparado a una persona de origen africano que sobreentendemos sin recursos. Esta empatía, que aunque la consideramos como un bien, es justamente la raíz del verdadero mal, o el vicio.
En cambio por otro lado, el hecho de uno considerarse estúpido o ignorante, se considera como algo malo, cuando en realidad considerarse estúpido es el primer paso para hacer un cambio en el aprendizaje de algo. Este tipo de planteamientos tan «negativos» que propone la escuela Estoica, suelen chocar frontalmente contra el concepto del Ego al que estamos acostumbrados (o más particularmente a ese concepto de Autoestima). Cualquier manual de auto-ayuda nos recomendaría que nunca nos auto-consideráramos estúpidos si queremos progresar en nuestra debilidad.
¿No resulta paradójico todo esto? ¿Que según los estoicos lo que consideramos bien, es precisamente un mal, y lo que a veces consideramos mal, es justamente el camino hacia el bien?
Y si alguien confiesa ser incontinente , pone por delante el amor, de modo que se le perdone como cosa involuntaria. Pero la injusticia jamás se la imaginan involuntaria. Hay algo también en los celos, según creen, de involuntariedad; por esa razón confiesan también eso. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.21.7
La incontinencia es la falta de voluntad para no ejecutar un deseo (hedone), generalmente el del acto sexual. En este caso, Epicteto expresa, que generalmente, cuando uno se siente «locamente enamorado», esto no tiene absolutamente nada que ver con el verdadero Amor tal y como lo perciben los Estoicos; sino como un puro acto de atracción sexual, completamente irracional, más movido por las representaciones y los impulsos (propio de los seres no-racionales); no por un movimiento racional, de cariño, familiarización, Oikeiosis extendida. Lo mismo ocurre con los celos (un apetito, epithumia), y otro tipo de vicios, todos aquellos que contemplamos en su día en el apartado de las emociones estoicas.
Estas representaciones de un o mismo, auto-concepciones, de lo que pensamos que no esta tan malo, o que de hecho incluso podría ser bueno, es lo que resulta en una incongruencia para Epicteto. Más considerando que realmente solo el bien está en la Razón, y todo eso, suele simbolizar una falta de Razón, o un acto principalmente movido por el impulso, por el deseo, u otro tipo de emociones, fruto de representaciones inadecuadas.
¿Qué representación poseo de mí mismo? ¿Cómo me uso a mí mismo? ¿Me estaré usando como persona sensata? ¿Me estaré usando como prudente? ¿Estaré diciendo que estoy preparado para lo porvenir? ¿Tengo la conciencia necesaria al que no sabe nada, la de que nada sé ? ¿Acudo al maestro como el que acude al oráculo, dispuesto a obedecer? ¿O también yo voy a la escuela lleno de imbecilidad sólo a aprender la historia y a conocer los libros que antes no conocía y a explicárselos a otros si se tercia?». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.21.9-10
Por eso, es fácil discernir si estamos yendo por el camino adecuado o si estamos errando y cayendo en el lado equívoco de la Razón. Es fácil hacerse una introspección para saber si estamos cayendo de alguna forma en esta clase de vicios (como mal estoico) y empezar a analizar y dar pasos de cara a corregirlo. Pero para ello, Epicteto destaca que el primer paso es reconocer nuestra más absoluta ignorancia o desconocimiento y no caer en el error o imbecilidad de llegar pensando que lo sabemos todo, o ir explicar a terceros ajenos a la filosofía, como debería ser la vida, si uno se desempeñara en ella correctamente.
«Aquél volverá sabiéndolo todo ». Yo quisiera en cierto modo volver un día tras haberlo aprendido todo, pero hace falta mucho esfuerzo y nadie me envía nada y en Nicópolis los baños están de asco y… ¡en casa mal y aquí mal!». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.21.14
Haber aprendido todo es completamente inútil si uno no ha dado su lugar a la práctica intensa y durante largo tiempo. Uno puede saber todos los recovecos del Estoicismo, todas las enseñanzas, y haberse sentido iluminados por la filosofía (como regularmente leo en los foros de discusión del Estoicismo); pero como aquí dice Epicteto, todos ellos volverán pronto a su vida normal, y al ver lo que hay a su alrededor seguiran siendo igual de ignorantes, emitiendo juicios de valor, a diestro y siniestro, por cielo, mar y tierra: «los baños están de asco, en casa mal y aquí mal!» (Mal, asco, bien, todo ello representaciones), en definitiva juicios de valor que constantemente demuestran allá por donde pasan los «supuestos estoicos» que no han aprendido (y menos practicado), absolutamente nada.
—Sí, pero si se muere mi hijo o mi hermano o he de morir yo o sufrir tormento, ¿de qué me servirá todo eso? ¿Verdad que tú no viniste para eso, que no te sentaste a mi lado por eso, que nunca encendiste el candil o estuviste en vela por esa razón? ¿O alguna vez, al salir de paseo, te propusiste a ti mismo una representación en vez de un silogismo y la examinasteis en común. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.21.18-19
¿De qué sirve aprender tanta teoría, y conocer tantas «buenas ideas» y aforismos iluminadores, si luego cuando algo traumático sucede, hemos de sufrir el tormento? Justamente en esto insiste Epicteto: Que de nada sirve. Epicteto siempre propone que la práctica se haga de manera progresiva, no una ejecución perfecta que llegue de la noche a la mañana. Se podría entender que conoce los límites de las personas y preferiría que una persona avanzara a traves del Prokopton (progreso hacia la Virtud) de manera lenta pero sostenida, que de manera rápida y abandonara pronto.
Por eso aquí índica que una vez sabiendo lo más básico se empieza desde el primer momento por la práctica más básica y fundamental del Estoicismo: La simple examinación de impresiones: «al salir de paseo, te propusiste a ti mismo una representación en vez de un silogismo y la examinásteis en común«, simplemente al salir a dar una vuelta, y al recibir una impresión, en vez de inmediatamente lanzar un juicio y asentir ante el mismo, como venimos estando acostumbrados, interrumpimos el momento para dar la oportunidad a un correcto asentimiento.
Por poner un ejemplo, si vamos paseando por la calle, y una persona tirando una colilla al suelo público quizá de manera automática nos salte en la cabeza el pensamiento: «Que malo es eso que esta haciendo aquel que ensucia la vía pública«. Dependiendo nuestro carácter, si somos fácilmente irritables, tras haber asentido erróneamente ante esa impresión (habiendo adjuntado ese juicio de valor sobre lo malo que es, eso que ha hecho esa persona), quizá podría nacernos un diálogo interno como este, que evidentemente, lideraría a una emoción explosiva:
«Me siento molesto y enfadado porque esa persona ha ensuciado la vía pública y esto es malo para la sociedad. Si todos fuéramos ensuciando la vía pública al final viviremos en un estercolero, por ello, tengo ganas de gritar a esa persona por ser tan sucia, y con ello espero que algún día cambie, porque personas como esta no deberían existir en el mundo».
Pero según plantea Epicteto, lo correcto es que en ese instante en el que emitimos ese juicio de valor «Que malo es eso que esta haciendo aquel que ensucia la vía pública«, paramos un momento en seco, examinemos esa impresión, hacemos el esfuerzo de retirar ese juicio de valor sobre algo externo a nosotros, y nos reformularíamos a tiempo lo siguiente:
«Aquel está ensuciando la vía pública, pero esto no es ni bueno ni malo, per se. Para mi es preferible una vía limpia a una vía sucia, pero reconozco que en gran medida esto esta fuera de mi control. Quizá sea cierto que está dentro de los límites de mi albedrío señalarle su error, de hecho tengo la libertad de hacerlo. Pero independientemente del resultado, la vía seguirá estando sucia y esto es ajeno a mi, por ello repito, esto no es ni malo ni bueno».
Esto sería un ejemplo de un correcto asentimiento y representación.
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