Los que han recibido los preceptos pelados quieren vomitarlos inmediatamente como los enfermos del estómago el alimento. Primero digiérelos y luego no los vomites así. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.21.1-2
Antes de empezar, me voy preparando con un pasaje no especialmente largo, porque durante los próximos días parece que los pasajes son un poco más extensos de lo normal; con esto, intentaré ir espaciándolos un poco y poder seguir dando cabida a otro tipo de prácticas simultáneamente sin que me apremie el tiempo.
Al margen de esta breve pausa, este pasaje concretamente, habla sobre el hecho de presumir de haber alcanzado cierto grado de «estoicismo» sin que realmente se esté dando dicha situación a modo práctico. En este sentido, hablo de ese concepto de la erudición que comenté semanas atrás. Empieza justamente con la crítica al tema de trasmitir preceptos sin ejercitarlos: Toda esa información que uno va recibiendo y luego puede ir verbalizándola a su alrededor, sin previamente haberla digerido.
Hasta en gran medida yo me veo sometido a esta vicisitud cuando escribo estas líneas: No haber tenido tiempo suficiente de gestar y procesar la información en mi interior antes de proporcionar cierto veredicto. En estos casos trato de simplemente asociar algunos conceptos con los previamente asimilados, tratando de no emitir un gran juicio de valor; y aun así, a veces esto se me escapa de las manos, como Epicteto parece predecir. De hecho, como anécdota, hace poco me sorprendí a mi mismo, durante mi práctica diaria de desarrollo de Lazos Sociales, envuelto en una conversación discutiendo sobre un pequeño detalle en relación a las emociones estoicas. Al tiempo me di cuenta que estábamos discutiendo con el mismo punto de vista, pero acerca de pequeñeces sin importancia, que no simbolizan, más que una cuestión de interpretación, posicionamiento férreo absurdo y una conducta, completamente anti-estoica en un grupo de discusión de estoicismo. Paradójico cuanto menos.
Haz también tú algo semejante: come como hombre, bebe como hombre , arréglate, cásate, ten hijos, ocupa cargos; abstente de insultar, soporta al hermano insensato, soporta al padre, al hijo, al vecino, al compañero de viaje. Muéstranos eso, para que veamos que en verdad has aprendido algo de los filósofos. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.21.5
Tal y como comentaba ayer, forma parte de la filosofía estoica, la necesidad de soportar la insensatez, y es en gran medida, uno de los temas principales sobre los que giran las Meditaciones de Marco Aurelio, como ya comente algunas semanas atrás con los kephalaia. La voluntad de ejercer nuestro rol, trabajar a traves de la disciplina del deseo sobre todo (que como decía unos días atrás es la más compleja de todas), y mostrar los frutos de nuestro trabajo, es mucho más importante, que demostrar los conocimientos sobre la filosofía a terceros.
¿No debían volver pacientes, cooperativos, impasibles, imperturbables, con tales provisiones para la vida que, movidos por ellas, puedan soportar bien los acontecimientos y adornarse con ellos? ¿Y cómo vas a compartir tú lo que no tienes? ¿Acaso tú hiciste desde el principio algo más que pasarte el tiempo en cómo se resuelven los silogismos, cómo los equívocos, cómo los razonamientos que proceden por medio de preguntas?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.21.9-10
Hablando acerca de los estudiantes que atienden a estos filósofos sin experiencia, plantea la necesidad de el filósofo en cuestión, primero debería haberse entrenado como filósofo desde una postura práctica a título personal; y luego poder enseñar su filosofía a traves del ejemplo. Y no de la otra forma, como la mayoría hace: Primero aprende los preceptos, los estudia, analiza y profundiza en ellos con más preceptos para hacer cábalas y sacar conclusiones propias, no del todo basadas en la experiencia; y luego expele toda una teoría que o bien no es del todo convincente, o bien acaba resultando como un manual de auto-ayuda o de consejitos. Epicteto insiste en esto mucho y no es la primera vez que se presenta en uno de sus pasajes una crítica de estas características.
¿Son sagradas las palabras por sí mismas?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.21.16
Una cuestión que suelta al aire Epicteto con mucha intención; para poner un poco en contexto y no alargarlo demasiado, primero Epicteto empieza detallando, de que no por el hecho de tener escuela es suficiente para estar formado. Esto sigue sin ser una premisa que cuaje con el estado moderno, y seguimos viendo personas altamente formadas, pero sin experiencia alguna. Algunos lugares del mundo muy puntuales si que se jactan de saber apreciar la buena experiencia frente a la buena educación, como Silicon Valley, pero aun así, en cuanto a lo que se refiere a la filosofía estoica, el tema ya resulta aun menos trivial: El proceso de formación y de educarse a traves de la práctica es tan tortuoso que generalmente es más fácil encontrar a un erudito que a un practicante. La pregunta que uno debería hacerse sería: ¿Es suficiente un erudito para predicar con unas enseñanzas? ¿O realmente es mejor una persona que ya desempeñe el rol en primera persona? No es la primera vez que leo a alguien subiendo a la palestra esta cuestión, pero en la medida de lo personal, yo me posiciono más bien con un punto de vista similar al de Epicteto
Entonces, ¿por qué jugueteas con lo más importante, por qué obras a la ligera, por qué intentas un asunto que no es nada adecuado para ti? Déjaselo a los capaces, a los que se adornan con ello. No acarrees también tú por ti mismo una vergüenza a la filosofía, ni formes parte de los que calumnian su tarea. Si te atraen los preceptos, siéntate y dales vueltas en tu interior. Pero no te llames a ti mismo filósofo ni admitas que otro te lo llame, sino di: «Está equivocado. Pues yo ni deseo de modo distinto a como lo hacía antes ni siento impulsos hacia otras cosas ni asiento a otras cosas ni he cambiado nada en absoluto en el uso de las representaciones desde mi situación anterior». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.21.22-23
Y aquí Epicteto va acabando este pasaje, con una crítica frontal y muy directa al «falso filósofo«. Falso porque aunque dice predicar con la filosofía, no practica lo suficiente, no lo demuestra; o porque simplemente, trata un asunto tan importante como es la trasmisión y el entendimiento de la Virtud de la filosofía (en este caso estoica), de pésima manera: sin dar ejemplo de ella, y por tanto simbolizando en gran medida cierto grado de desacuerdo con la misma indirectamente. Trasmite un mensaje muy subliminal: «Si promulgas con algo, pero no ejecutas de acorde a ello, ¿no será que realmente no encaja del todo contigo? Y por ello, ¿por qué debería encajar conmigo?»
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