Epicteto. Disertaciones con Arriano. Libro III. Pasajes XIX-XX [CITA ESTOICA] [DIA 108]
Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro III – Pasaje XIX
La primera diferencia entre el particular y el filósofo: el uno dice: «¡Ay mi pobre muchachito, mi pobre hermano; ay, mi pobre padre!», mientras que el otro, si en algún caso se ve obligado a decir «¡ay!», tras esperar un poco añade «¡pobre de mí!». Y es que nada ajeno al albedrío puede poner impedimentos o perjudicar al albedrío, si no es él a sí mismo. Por tanto, si también nosotros nos inclináramos a esto, de modo que, cuando andamos por malos caminos, nos culpáramos a nosotros mismos y recordáramos que nada es responsable de la alteración y de la agitación sino la opinión, os juro por todos los dioses que progresaríamos. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.19.1-3
Este primer pasaje es muy corto y trata otro de estos temas que ya hemos visto con anterioridad: Donde posicionar el locus de control. Es evidente a estas alturas que el estoicismo comprende la imposibilidad de controlar el estado ajeno ni lamentarse de las penurias de terceros. Principalmente por el hecho que resultan ajenas a nuestro propio albedrío y en resumen, esa dicotomía del control que tanto ha sido referida en esta página
Aunque si bien, el estoicismo tampoco invita a pensar que uno deba apenarse de si mismo tampoco, al posicionar el locus de control sobre nosotros mismos ya sería un primer paso para empezar a tomar las decisiones más adecuadamente. Cuando hablamos de dicotomía del control, siempre solemos pensar en el caso clásico de aquellas personas con un cierto grado de egoísmo, que tienen el locus de control puesto en las cosas y las emociones derivadas de la falta de control sobre las mismas, y esto es lo que les genera la pasión o el vicio.
Pero este pasaje trata específicamente, para este otro grupo de personas que, más bien, tiende a poner su bienestar en función del bienestar ajeno. Muchos podrían llamarlos solidarios, personas que empatizan, sufridores; pero visto desde una perspectiva estoica, esta actitud, sigue siendo igualmente, fruto de un mal asentimiento y por tanto no deja de ser menos viciosa que la del primer caso más «egoísta».
Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro III – Pasaje XX
En las representaciones intelectuales casi todos pusieron el bien y el mal en nosotros, pero no en lo exterior. Nadie dice que el que sea de día es un bien, que el que sea de noche es un mal ni que el que tres sean cuatro es el mayor de los males. Sino , ¿qué? Que el conocimiento es un bien, que el engaño es un mal, de modo que incluso se constituye un bien en torno a la propia mentira, el del conocimiento de que es mentira. Debía ser así también en la vida. «La salud es un bien, la enfermedad un mal». No, hombre. Sino, ¿qué? El gozar honradamente de salud es un bien; vilmente, un mal. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.20.1-4
No entiendo muy bien que diferencia establece entre «la vida» y «las representaciones intelectuales». Entiendo que se refiere entre lo relativo a lo intelectual, a lo que se observa desde dentro del aula de manera más pausada, fría y objetiva, y al subjetivismo o el frenesí en el que nos vemos sumidos en el día a día. En las presunciones en las que nos vemos atrapados por ir viviendo sin parar a pensar, frente al intelectualismo y la frialdad de las opiniones cuando no hay materia agradable o poco agradable a nuestra vista (como el deseo y el rechazo); a través de vernos expuestos constantemente a los indiferentes mal llevados.
Dejad, ¡por los dioses!, de admirar la materia, dejad de haceros a vosotros mismos esclavos, primero , de las cosas; luego, por causa de ellas, también de los hombres que pueden conseguíroslas o quitároslas». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.20.8
Siguiendo en la línea de razonamiento anterior, quizá justamente la interpretación que hice, va justo en la linea de esto: los indiferentes, la materia, es algo que en definitiva perjudica al albedrío, o a la libertad. De alguna forma lo que nos priva de alcanzar ese estado deseado, es cuando poenos la atención en lo que es coercible. Mientras que la disposición del albedrío por ser la propiedad interna, tal como el conocimiento o el engaño, son partes que si tenemos control sobre las mismas, y por tanto ofrecen ese grado de libertad
¿Un mal vecino ? Para sí mismo, pero para mí bueno. Entrena mis buenos sentimientos, mi ecuanimidad. ¿Un mal padre? Para sí, pero para mí bueno. Esto es la varita de Hermes : «Toca lo que quieras —dice — y se convertirá en oro». No, pero «Venga lo que quieras y yo lo convertiré en un bien». Venga la enfermedad, venga la muerte, venga la pobreza, venga el insulto, la condena a la última pena. Todo eso con la varita de Hermes se convertirá en cosas provechosas. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.20.12
Muy parecido a Séneca, que siempre hace referencias a la perspectiva con la que se tratan las cosas, aquí Epicteto no habla de un pensamiento positivista, ni nada por el estilo, sino más bien, de un cambio de perpectiva; para entender que cualquier evento de la vida puede ser percibido de dos maneras. Sea tanto algo que nos perjudica (pero que concretamente perjudica a nuestra parte mortal, o terrenal, es decir a nuestro cuerpo o a nuestros deseos), o algo que nos beneficia, pero no en el sentido de que sea un bien o un mal en si, sino que procura, a través de la disciplina del deseo y de la acción la posibilidad de practicar la razón. Una oportunidad de «probarse» a si mismo y entender en que posición se encuentra en la vida.
Pues si tengo la opinión que debo sobre la pobreza, sobre la enfermedad, sobre el no desempeñar cargos públicos, ¿no me basta? ¿No ha de ser provechoso? ¿Cómo, entonces, he de seguir buscando el mal y el bien en lo exterior? Pero, ¿qué? Eso, mientras estáis aquí, pero nadie se lo lleva a casa. Sino que al punto se pelea con el esclavo, con los vecinos, con los que se burlan, con los que se ríen. Dios bendiga a Lesbio, porque él me echa en cara todos los días que no sé nada. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.20.17-19
Y esto acaba un poco en la línea de lo que comentaba con anterioridad; está muy bien trabajar la disciplina del asentimiento, y ser conscientes de que no hay mal en lo indiferente rechazado ni bien en lo indiferente preferido. Pero luego a la hora de la verdad parece que no podemos desechar esa moral que se nos aferra al alma como una garrapata chupando la sangre. No podemos dejar de decir: «Que mala suerte» cuando un evento externo nos golpea, ni «que mala persona» cuando vemos que una persona ha atentado contra nuestra integridad o contra la de un tercero, al margen de que pudiéramos o no controlar, esa acción de un tercero.
Hace finalmente mención a Lesbio, que no se sabe muy bien exactamente quien es, pero parece esa persona que justamente te echa en cara que siempre estas con «el rollo estoico», pero luego a la hora de la verdad te ves sumido en la pena por un indiferente, contrariando completamente tus palabras. A mi también me ocurre, cosa que sinceramente, no agradezco como hizo Epicteto con ese «Dios bendiga«, porque a veces me parece una astilla clavada en el dedo; pero que quizá debería empezar a agradecer.
Nota al pie: Imagen de cabecera por Matador
Buenas dias, creo que en pasaje veinte, E. quiere decir que conocimiento en si no es ni un mal ni un bien, su el uso mal del conocimiento es un mal. Como conocimiento de bomba atomica no es ni mal ni bien.Lo mismo con salud: en si no es ni mal ni bien, mal uso de el es un vicio.O quiza me angano?
Hola Vitalii, es cierto. Pero cuando hablamos de su mal uso, hablamos de su uso vicioso, o lo que es lo mismo, con un fin vicioso, o motivado por la pasión. Tener salud para vivir más por miedo a la muerte, es vicioso. ¿Por qué haces deporte? Porque quiero estar sano y así evitar la enfermedad, algo que me perturba: vicioso. ¿Por qué haces deporte? Porque nada me lo impide y es de buen provecho: virtuoso.
Buenas tardes. Los estoicos, ¿qué opinión tienen en relación con la «simpatía»? Entendida como la identificación afectiva con alguien o algo (lo que hoy sería empatía), el ponerse en el pellejo del otro, sintonizarse.
La empatía no tiene sentido desde el paradigma Estoico. La Virtud es única y exclusiva de cada uno y es imposible evaluar la Virtud o el Vicio ajeno. Por defecto, los Estoicos parten por la premisa de que todos somos Viciosos, y esto podría considerarse un grado de empatía «definitiva». Es decir, clemencia (que no compasión), por el Vicio por defecto. Esto se lee en Séneca y en algunos textos que hacen referencia a Zenón, como Estobeo/Ario Dídimo.