Con razón respondió Diógenes al que le pedía que le diera cartas de recomendación: «De que eres un ser humano se dará cuenta al verte. De si eres bueno o malo se dará cuenta si es experto en distinguir a los buenos y a los malos, y si es inexperto , ni aunque se lo escriba mil veces». Es lo mismo que si una dracma quisiera ser recomendada a alguien para ser contrastada . Si tu aleación es la debida, tú misma te recomendarás. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.3.1-2
En este primer corto pasaje, Epicteto hace referencia a la futilidad de las recomendaciones interpersonales intentando dejar claro que debidamente apropiada, la recomendación se hace a través de la acción, no de la palabra ni de un tercero, que razonablemente es un indiferente. En este caso compara el valor de una moneda: No necesita ser contrastada ni evaluada para tener la noción de su propia valía.
En gran medida, esto lidera a la reflexión de cuando una persona «demuestra» ante los demás y ante si mismo (aunque realmente no se requiera necesariamente de esa demostración), lo alcanzado a traves de una disciplina; sea en este caso la disciplina que nos atañe, es decir, la psicológica, o filosófica (dependiendo de la perspectiva). En este caso, el «status» adquirido se muestra a traves de la adversidad, al igual que en la pesca, se demuestra a través de la calidad del pescado adquirido. Cuando una persona ante la adversidad muestra propiedades intrínsecas admirables, es entonces cuando dicha persona gana automáticamente un respeto y un valor hacia el exterior.
¿Existe necesidad de dicho valor y respeto? No. Al igual que la moneda no necesita en si que la respeten. Pero es así realmente como Epicteto y Diogenes insistían en su función. El resto son artimañas (como las recomendaciones), que si bien han funcionado históricamente pierden su esencia eventualmente y no poseen ningún tipo de intrinsicidad.
«Entonces, ¿qué? ¿No son las mujeres, por naturaleza de todos?». También yo lo afirmo. También el cochinillo es de todos los invitados. Pero, si te parece, cuando se hagan las porciones, vete y coge la ración del que se sienta a tu lado, róbala a escondidas o mete la mano y coge un poco y si no puedes coger la carne, mete los dedos y chúpatelos. ¡Buen compañero de bebida y socrático comensal! ¡Venga! ¿El teatro no es para todos los ciudadanos? Cuando se sienten, si te parece, vete y echa a uno de ellos. En ese sentido son también de todos las mujeres. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.4.8-9
Un pasaje complejo que he reflexionado si merecería la pena comentarlo dado que a priori le veía poco o ningún valor. Pero me surgió una reflexión a partir del mismo, que al margen de tener relación con este, existía cierto grado de sentido. Primero para poner en situación, aquí Epicteto habla de la justa repartición en la vida: Habla de que hay elementos que son compartidos por todos (muy en la línea de la República de Platón), pero que luego existe un reparto equitativo, y que dicho reparto debe ser respetado.
Ese respeto, en gran medida, demuestra, por momentos, un posible sistema moral externo que Epicteto sugiere, y que demostraría la falta de idealismo Estoico en sus palabras. Esta es una discusión que vengo teniendo y que introducía hace algunos días a traves del Normativismo. Por naturaleza lo que nos diferencia de los animales «inconscientes» es el razonamiento lógico sobre el bien y el mal más alla de nuestros ojos; y el razonamiento lógico en gran medida es un subproducto del normativismo, o de establecer relaciones en base a inexistentes o constructos mentales. Pero el Estoicismo, establece que llegado el momento, la razón debe tomar el control, y desapegarse de esa moral, pero aun así, aceptar las normas sociales (esto implica, esa justicia positiva a la que eventualmente estamos sometidos).
Es por ello que el estoicismo establece lazos muy fuertes con la «lógica justiciera», es decir, la lógica que permite alcanzar acuerdos razonables con los demás, dentro de nuestras posibilidades independientemente del resultado. Por ello, aplicando esta lógica, el estoico razona que el adulterio es malo desde el normativismo, la lógica común; pero no desde la moral Esto en resumen quiere decir que si nosotros estamos casados, y nuestro vecino también, que nuestro/a vecino/a se acueste con nuestro marido o mujer, no es moralmente malo, pero que nosotros hagamos lo propio, si es lógicamente malo.
Nosotros hemos de actuar razonablemente, de acorde a las reglas externas, pero los demás pueden actuar contra nosotros como mejor les parezca, y tenemos que aceptar que dicha actuación debe haber sido por «orden divina» (del Logos Universal). Aunque luego razonablemente podríamos decidir actuar de la manera más conveniente (siempre acorde a dichas normas sociales) y seguir moviendo ficha para alcanzar un objetivo previsto.
Por ende, para sacar una conclusión de este pasaje diría lo siguiente: No hagas lo que no quieres que te hagan a ti, pero acepta la situación aún cuando te lo hagan porque no depende de ti.
Las materias son indiferentes, pero el uso de ellas no es indiferente. ¿Cómo conservará alguien al mismo tiempo el equilibrio y la imperturbabilidad y a la vez el cuidado y el no obrar con negligencia ni con descuido? Imitando a los que juegan a los dados: las fichas son indiferentes , los dados son indiferentes. ¿Cómo sé qué va a salir? Pero usar cuidadosa y hábilmente lo que salga, eso ya sí es cosa mía. De la misma manera, por tanto, en eso consiste la tarea principal de la vida. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.5.1-4
Este pasaje es muy interesante dado que trata sobre lo moralmente indiferente pero no la causa de indiferencia, algo que generalmente suele causar mucha confusión en el Estoicismo, principalmente porque se asocia al tema del argumento vago y al co-destino de Crisipo, como comente hace varias semanas atrás
Aquí Epicteto pone un ejemplo muy sencillo: Cuando uno juega a las fichas, como comentaba en el anterior pasaje, y el resultado de los dados es indiferente; pero uno usando su «estrategia», escoge cuidadosamente la mejor elección lógica para alcanzar el mejor resultado de acorde a un objetivo. Es decir que las lógicas sirven para lograr el objetivo, y la moral vacía, para desapegarse del resultado. Por ello, parece que existe cierto grado de deontología en el estoicismo y voy a ver como desarrollarlo:
¿Dónde buscaré el bien y el mal? En lo interior, en mis cosas». Pero no califiques nunca las cosas ajenas de «bien» ni de «mal», ni de «provecho» ni de «perjuicio» ni de ningún otro nombre de ese estilo. Entonces, ¿qué? ¿Han de ser usadas esas cosas descuidadamente? De ningún modo, pues eso, a su vez, es un mal para el albedrío y, en ese sentido, contra naturaleza. Sino que hay que hacerlo al mismo tiempo con interés, porque su uso no es indiferente y a la vez con equilibrio y serenidad, porque la materia es indiferente. Pues donde esté lo importante, en eso nadie puede ponerme impedimentos ni obligarme. En donde se me pueden poner impedimentos o se me puede forzar, la obtención de esas cosas no depende de mí, ni es un bien o un mal; su uso, por otro lado, es o un bien o un mal y, además, depende de mí. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.5.5-8
Dice así Epicteto, «La obtención de esas cosas no depende de mí, ni es un bien o un mal; su uso, por otro lado, es o un bien o un mal«. Su uso, lo que nosotros decidamos hacer con ello, es lo que esta bien y esta mal. El planteamiento que aquí se desvela y de alguna manera separa de la pura deontología es lo que suele hacerse referencia en «como una acción influencia o es influenciada por el carácter de uno» (o lo que venía a referirse, como la «forma del alma»). En cierto grado es como una auto-observación de uno mismo a la hora de ejecutar la acción. Y en base a esa observación es como se establece ese bien y ese mal.
Siguiendo el ejemplo anterior: Si tomamos la decisiones en base al resultado de los datos con la necesidad de ganar la partida, entonces serán malas acciones, mal albedrío. Serán acciones viciosas en definitiva. Porque existe una pasión «gestionando» nuestro razonamiento. La necesidad de ganar en este caso, un apetito o una relación de afecto ante algo (ephitumia). Pero si examinado, no logramos divisar ninguna pasión en la acción, sino solo una acción razonable se desvela, entonces será una acción positiva. ¿Como uno es capaz de identificar esto, constantemente, a lo largo de un día? Gracias al correcto asentimiento, y es por esto, por lo que la práctica estoica es tan critica. Para poder entrenar la mente y estar alerta las horas del día en las que pertenecemos despiertos. Sin este grado de «monitorización consciente», constante, presente, y estable, por lo general, todas nuestras acciones serán viciosas, malas, movidas por la pasión. Sea llamado el «quid de la cuestión».
La conclusión es que no existe deontología en si en el estoicismo, porque no hacemos las cosas porque pensamos que sea lo correcto o no, sino porque aplicando la razón, el correcto asentimiento, aplicamos las acciones de la manera más lógica posible, libre de pasión. La distinción entre «libre de» y «con» pasión es lo que hace a las acciones malas o buenas per se.
Vamos a hacer como si estuviéramos en una nave. ¿Qué puedo hacer yo? Elegir el timonel, los marineros , el día, la oportunidad. Luego cae una tormenta. ¿Qué más me incumbe? Mi parte está hecha. La tarea es de otro, del timonel. Pero es que, además, la nave se hunde. ¿Qué he de hacerle? Lo que puedo, sólo eso hago. Me ahogo sin miedo, sin gritar ni reclamar a la divinidad, sino sabiendo que lo que nace también ha de morir. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.5.5-8
Aquí Epicteto señala, un ejemplo fantástico para explicar lo que anteriormente comentaba. Es auto-explicativo en este sentido, y destaca todos los puntos con detalle. Pero es obvio que la dificultad de alcanzar ese grado de «me ahogo sin miedo«, es algo «épico», totalmente apartado de lo corrientemente humano y solo reservada al concepto de «sabio estoico», algo significativamente aspiracional, pero que podría servir en gran medida como un rol o modelo para la motivación a seguir ejercitando al práctica para llegar quizá a estar cerca algún día.
¿Cómo, entonces, se llama a algunas cosas exteriores acordes con la naturaleza y discordes con la naturaleza? Como si fuéramos algo absoluto. Pues en el pie llamaré conforme a naturaleza a que esté limpio, pero si lo tomas como pie y como no absoluto le tocará andar por barro y pisar espinas y a veces hasta ser amputado en beneficio del todo; y si no, no seguirá siendo pie. Algo así hay que pensar de nosotros. ¿Qué eres? Un ser humano. Si te ves como algo absoluto, será conforme a naturaleza vivir hasta la vejez, ser rico, tener salud. Pero si te ves como hombre y como parte de un todo, por ese todo te toca ahora estar enfermo, luego darte a la mar y correr riesgos, luego verte sin recursos y, a veces, hasta morir antes de tiempo. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.5.24-25
Si te ves como algo absoluto (como si uno fuera el Universo y todo girara en torno a uno), entonces todo debería ser perfecto, dado que nuestro «Logos» en su esencia, siempre dicta lo más beneficioso, lo más «perfecto» para nuestro ser. El primer grado de la Oikeiosis, por así decirlo. Pero en el momento que expandimos nuestro círculo de pertenencia, de familiaridad, nos damos cuenta que en realidad nuestro Logos no es absoluto, sino que es un diminuto Logos en la inmensidad del Logos Universal. Y por ello, el cuerpo, un indiferente, le tocará vivir y correr toda suerte de riesgos para adaptarse a esa intención del Logos Universal, para nosotros totalmente impredecible, dado que ese Logos Universal, es lo único absoluto, y solo rinde cuentas a si mismo, de cara a alcanzar la perfección.
Por ello, hay que salir ahí fuera, exponerse, vivir de acorde a la naturaleza, es ejecutar nuestro co-destino con respecto al Logos Universal. Toca pasar por todo aquello que afecta a nuestra supervivencia y plantearla como indiferente. Porque lo único realmente relevante es la consecución del plan cósmico (llamémosle determinismo, o la perfección con la que ejecuta ese Logos Universal). En definitiva. En este pasaje Epicteto introduce de nuevo ese componente de Perspectiva Cósmica, con la que tanto trabaja Marco Aurelio a traves de sus Meditaciones.
—Así que ¿ahora me toca ser juzgado? Así que ¿a otro le toca ahora tener fiebre, a otro navegar, a otro morir, a otro ser condenado? Pues es imposible que en este cuerpo, en esta circunstancia, con estos compañeros de vida no vayamos a caer cada uno en una cosa de éstas. Por tanto tu tarea es ir y decir lo que debes, exponerlo como corresponde. Y luego el otro dice: «Juzgo que eres culpable». «Enhorabuena. Yo hice lo mío, tu verás si también tú hiciste lo tuyo». Porque también él corre un riesgo, que no se te olvide. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.5.27-29
Con lo cual, a uno le corresponde vivir de manera lógicamente razonable, y dejar a un lado el resultado de esa forma de vivir. A uno le corresponde hacer las cosas como cree que debería, y a otro le corresponde juzgar positívamente si esas formas son convenientes de acorde a una sociedad con reglas. Tanto si esa decisión afecta a nuestra vida, a nuestro cuerpo, a nuestro riesgo, es totalmente indiferente, dado que en primera instancia, si se hizo correctamente, uno actúo de acorde a su correcto asentimiento y sería bueno intrínsecamente, sin más.
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