Meditaciones

Indiferentes Estoicos: Dandole una nueva perspectiva [DIA 59]

Ya venía comentando estos días atrás, que quería tomar un momento para volver a reflexionar acerca de los indiferentes estoicos; y sobre todo aprovechar los textos leídos en las últimas semanas para dar otra vuelta de tuerca al asunto.

Debo adelantar, que aún teniendo un mayor acercamiento a este tema, todavía siguen quedando algunas rendijas abiertas por las que escapa cierto grado de comprensión. En cierto grado se alcanza un nivel aceptable, y soy consciente en este punto, que si sigo en la linea de hilar diferentes temas de la Ética Estoica con el resto de los apartados (la Física y la Lógica) creo que podré llegar a un buen entendimiento final.

La cita Estoica del día

Todo cuanto ves, fenecerá en un momento y los que lo ven fenecer, perecerán también muy en breve; y el que fallece a lo último de su vejez, será igual al que murió en agraz. – Marco Aurelio, Meditaciones, Libro IX.33

Aquí Marco Aurelio, habla de la indiferencia acerca de la vida misma; un tema que casa perfectamente con la meditación del día de hoy acerca de los indiferentes estoicos. Habla de lo indiferente que es morir joven que viejo, dado que al final todos acabaremos falleciendo. Son breves reflexiones que permiten dar a entender que ahora es el momento de ejecutar la Virtud y no posponer su ejecución ni un momento más. Porque Marco Aurelio, deja latente en varios de sus pasajes, que lo importante no es haber vivido mucho y mal, sino poco y muy Virtuosamente.

Hoy quiero elaborar más sobre esto, porque es un buen momento para ir dejando sentadas las bases finales para esta materia de los Indiferentes.

Meditación del Día: El ciclo de los Indiferentes Estoicos: De como nacieron, vivieron y fenecieron en el mismo punto.

Recordando un poco el principio de auto-conservación, deberíamos en este punto plantearnos, que en cierto grado podrían existir algunos elementos que deben constituirse como necesarios para la supervivencia humana. Este enfoque era el que se daba a través de la escuela de Aristóteles, los peripatéticos. Pero esto nunca fue así para los Estoicos por una simple razón; el origen de la filosofía estoica venía de los Cínicos, y como ya sabemos, la percepción de esta filosofía acerca de los bienes era completamente otra.

Generalmente, cuando uno habla de indiferentes, suele venir a la mente lo típico, el Lujo, la Fortuna, las posesiones materiales, etc… Pero generalmente en los extremos es donde suele estar la verdadera reflexión: La vida, la comida, la familia, etc… Poder pensar en vivir en el más puro ascetismo, es una doctrina y un planteamiento para apartarse de los indiferentes. Pero vivir alejados de lo que va más allá de las posesiones, o incluso de nuestra propia vida, son palabras mayores.

Ayer comentábamos acerca de la moralidad estoica, el Bien y el Mal. Ya sabemos claramente que el Supremo Bien, es la Virtud, y viceversa, o lo que es lo mismo, la correcta capacidad de asentimiento, y el mal, como el vicio, lo contrario, la falta de asentimiento, y en consecuencia, la Emoción.

Los diferentes tipos de indiferentes estoicos

Y el resto es tan simple: Los indiferentes estoicos. Un término que venía de los cínicos y concretamente fue acuñado por Antístenes, el primero en profesar este concepto y del cual también me gustaría hablar muy próximamente.

La cuestión es: ¿solo los llamamos indiferentes porque no son la Virtud o el Vicio? Realmente existen mayores motivos. Aunque el principal sea ese, dado que la preservación del alma, se de a través de la correcta capacidad de asentimiento, y no hay nada más allá del asentimiento; es decir, no existe el indiferente estoico que pueda facilitar esto.

Otra de las razones, es que cualquier indiferente, puede ser usado tanto para el bien como para el mal. Y de hecho, inherentemente, ningun indiferente puede ser a priori bueno ni malo. En este caso siempre se suele poner la metáfora del campesino que dice así:

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:
– ¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
– ¿Por qué le llamas desgracia? – respondió el padre – veremos lo que trae el tiempo…
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
– ¡Padre, qué suerte! – exclamó esta vez el muchacho – Nuestro caballo ha traído otro caballo.
– ¿Por qué le llamas suerte? – repuso el padre – Veamos qué nos trae el tiempo.
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo.
El muchacho se rompió una pierna. -¡Padre, qué desgracia! – exclamó ahora el muchacho – ¡Me he roto la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: -¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo! El muchacho no se convencía de la sino que gimoteaba en su cama.
Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

No soy muy admirador de las historias sin referencias claras como esta; pero he de reconocer que esta lo explica a la perfección. No es posible tener un juicio sobre si algo es bueno o si es malo por una sencilla razón; nunca dispondremos de los datos suficientes para aventurarnos a presagiar que vendrá a continuación en base a ello. Es aquí donde entra la Física Estoica. Entender que el Universo ejecuta su voluntad y que es posible que dicha voluntad escape a nuestra comprensión, es lo más normal del mundo. De hecho, justamente ese juicio, de si algo es bueno o es malo basado en un evento externo, es lo que traerá el vicio, o la emoción. Y por tanto, convertimos un moralmente indiferente estoico, en un evento moralmente malo.

¿Qué función cumple el concepto de indiferentes estoicos entonces?

Esta pregunta es muy compleja de responder. Para los cínicos, era necesario identificar los indiferentes para establecer una barrera clara ante ellos. En el caso de Diogenes de Sinope, que estableció un modo de vida completamente ascético, repudiando los indiferentes por completo, encontró en su identificación una función clara; aquello a lo que aspirar a evitar.

En el caso de los indiferentes estoicos, permite establecer una distinción clara entre la virtud y el resto, principalmente por una razón; los indiferentes no pueden garantizar la Eudaimonia, mientras que la Virtud si puede garantizarla. Quizá de ahí venga la frase: «La riqueza no da la felicidad», y muchos respondan «Pero ayuda». Ese famoso «pero ayuda» es una frase ejemplar de los peripatéticos, y aun siendo respetable, no encaja en la filosofía de vida del Estoicismo. Para el estoicismo la riqueza es un completo indiferente y en ninguna de sus formas, garantiza la felicidad, ni la más absoluta pobreza y miseria, ni la riqueza moderada y suficiente para vivir, ni la más absoluta riqueza que permita comprar cualquier cosa en el mundo. Por ello es importante volver a incidir en este punto; la felicidad (que realmente sería la Eudaimonia, que es más bien algo así como paz mental), solo viene a traves de la Virtud, del Supremo Bien, o lo que es lo mismo, la perfecta capacidad de asentimiento.

En cierto grado, yo personalmente siempre he pensado, que Zenón de Citio, nunca quiso adoctrinarse en la filosofía cínica de Crates/Diogenes porque posiblemente no respetaba ese afán de no-superación, al margen de la Virtud. Si entendía el poder que tenía elaborar la Virtud y el correcto asentimiento ante la vida; pero no aceptaba ese desprecio de los cínicos ante el desempeño de otras funciones propias de los seres humanos, como la investigación, el descubrimiento, la observación de los fenómenos naturales, o incluso la política y los valores cívicos. Es cierto que en estas disciplinas no se encuentra la felicidad; pero el rechazo a las mismas, puede contrariamente, simbolizar un rasgo de cobardía ante el intelecto y progreso humano. Yo personalmente tampoco llegué a entender como manejaban este punto los cínicos, aunque ahora vengo unos días atrás adentrándome en su filosofía.

A partir de ahí, Zenón, prefirió establecer tres categorías dentro de los indiferentes, que permitirían entre otras cosas, poder trabajar en pro de la evolución, aun manteniendo el espíritu inicial de la Virtud; de ahí nacen los preferidos indiferentes, los rechazados indiferentes y los indiferentes indiferentes o neutrales indiferentes. Como comentaba días atrás, es importante señalar que todo se construye en base a los rechazados indiferentes, tema que he repetido significativamente. Pero en esencia, los rechazados es aquello que evitamos, como la muerte o la enfermedad, los preferidos, lo contrario a lo que rechazamos (si rechazamos la muerte, apreciamos la vida, si rechazamos la enfermedad, apreciamos la salud), y de ahí ejemplos más complejos, como el rechazado desconocimiento o ignorancia científico (y su contrario, apreciamos la investigación científica, por poner un ejemplo más elaborado). En el caso de los neutrales siempre se pone el mismo ejemplo; que el número de pelos sea par o impar en la cabeza de una persona, es decir, todo aquello que es verdaderamente irrelevante.

Pero como cabría esperar, esta postura, entre dos aguas, la de los peripatéticos y la de los cínicos, trajo muchas críticas. En cierto grado, esa falta de posicionamiento, llevó a decir a ciertos peripatéticos, como fue el caso de Carnéades o Cicerón que esto era una simple cuestión de formulación de palabras; pero que en esencia, estaban diciendo lo mismo que ellos (hay que recordar que Cicerón no era realmente Estoico, sino peripatético, aunque escribió ampliamente sobre el estoicismo).

Epicteto, el golpe de efecto para los indiferentes estoicos

Y en definitiva, esto último que planteaban tanto Carnéades, como Cicerón, era lo que yo venía sospechando desde prácticamente el inicio de esta página. Al suavizar tanto el concepto de los Indiferentes estoicos, veía motivos suficientes para señalar como un indiferente podría destruir completamente la Eudaimonia de una persona cualquiera. En su momento puse el ejemplo de la familia; si después de 40 años de matrimonio, un matrimonio en el que el marido y la mujer se conocieron no siendo estoicos, y nunca se separaron, conocieron el Estoicismo a posteriori, y empezaron a realizar sus prácticas, y con el tiempo, tras la muerte de uno de los dos, por mucho trabajo estoico que se hubiera ejecutado; ¿cómo es posible que el resultado no sea completamente devastador para el que queda vivo?. Y peor aun, ¿que garantías hay de que por mucho trabajo práctico estoico, como la Visualización Negativa, no vaya a ser símbolo igual de devastación psicológica?

Esto es justamente lo que rechazaron los Cínicos, para evitar no tener respuesta a una pregunta de estas características. En cierto grado, yo ya creo que tengo la respuesta desde la perspectiva Estoica, pero todavía no es lo suficientemente consistente. Por ello antes de hipotetizar y elucubrar, creo que voy a permitirme unos días más entrando en la Ética Estoica, antes de dar un «veredicto final».

Lo que si es cierto, es que Epicteto, dio una buena respuesta a esto en gran medida desde lo Estoico, y, al menos para mi, supondría un golpe de efecto significativo para aceptar todo este planteamiento desde una perspectiva mucho mas plausible.

Para Epicteto solo existen dos tipos de indiferentes estoicos:

  • Los que dependen de nosotros: Como las opiniones, los actos y los deseos.
  • Los que no dependen de nosotros: Nuestro cuerpo, nuestras posesiones y nuestra reputación

Esto lo deja muy claro en el primer apartado del Enquiridión. Lo que depende de nosotros solo son las cosas que llegan de nuestro interior, y los que no dependen de nosotros, es todo lo demás, lo externo (lo que venimos llamando indiferentes estoicos en general). Por tanto en gran medida, Epicteto vuelve al origen, al momento previo a Zenón de Citio, los primeros pasos antes de tomar la determinación de hacer ese cambio a los «preferidos, rechazados y neutrales».

Esto no quiere decir que Epicteto rechazase el concepto de los Indiferentes, como hiciera Aristón de Quíos, cuando se alejó del estoicismo. Pero contrario al resto de los estoicos, Epicteto advertía constantemente a sus alumnos de una cosa; elegir entre los diferentes indiferentes no es una tarea que debamos prestar demasiada atención.

Sacando el termino de prohairesis, acerca del cual hable brevemente hace pocas semanas; y que simboliza esa capacidad de ejercer el Co-Destino estoico (en base al determinismo estoico), podemos establecer un hecho: Tenemos capacidad de elegir entre lo que queremos invertir el tiempo nuestras vidas. Y Epicteto deja claro que ese tiempo debe ser mayoritariamente empleado en la adquisición y preservación del Alma, es decir, en trabajar la Virtud como único Supremo Bien. El resto es completamente superfluo, y si bien, podemos disponerlo no debe ser motivo apenas de nuestra atención

Conclusiones: Los Indiferentes estoicos, ¿deben ser verdaderamente Indiferentes?.

Pero lo más importante es que Epicteto, era muy consciente de los riesgos que existían en perseguir y disponer de los «preferidos indiferentes». Ese riesgo al que yo apelo en las preguntas anteriores. El problema que traen implícitamente, es que de manera «inconsciente», existe una probabilidad que nosotros les atribuyamos con el tiempo, un valor muy superior al que realmente tienen. Principalmente prestándoles más atención de lo debido. Cuanta más atención les prestemos, más valor les atribuiremos. Y finalmente esto puede traer una frustración dada la extensiva dificultad de asegurar la disposición y preservación de estos bienes o preferidos indiferentes.

Aunque Epicteto dejara claro que era mejor disponer de riqueza que vivir en la más completa miseria, el riesgo de perseguir la riqueza era excesivamente alto. Por eso, lo correcto en un estoico, es perseguir y elaborar la Virtud con mayor ahínco que el resto, para elevar el Alma. Y que la llegada de la riqueza y posesiones a nuestro entorno, fuera totalmente independiente. Si llega bien, sino llega debería dar exactamente igual. No hace falta rechazarla, como fue el caso de Diogenes de Sinope, pero tampoco merece la pena perseguirla ni invertir tiempo en su persecución.

En este caso Epicteto deja claro por primera vez desde Antístenes el Cínico, un completo ejemplo de indiferencia ante los indiferentes estoicos.

Vitali

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