Meditaciones

Epicteto. Disertaciones con Arriano. Libro I. Pasajes III-V [CITA ESTOICA] [DIA 69]

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro I – Pasaje III

Si uno pudiera captar con justeza este pensamiento, el de que todos, en última instancia, procedemos de la divinidad y que la divinidad es el padre de los dioses y los hombres, creo que nadie tendría ningún pensamiento innoble o miserable sobre sí mismo. Porque si el César te adoptara nadie te sostendría la mirada: ¿y no has de estar orgulloso sabiendo que eres hijo de Zeus? Pero en realidad no lo hacemos, sino que dado que en nuestro origen se mezclan estas dos cosas —de un lado, el cuerpo, común con los animales, y de otro la razón y el pensamiento, comunes con los dioses—, unos se inclinan hacia aquel parentesco, desdichado y mortal, y sólo unos pocos hacia el parentesco divino y bienaventurado. Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.3.1-3

En este primer apartado, Epicteto quiere hacer referencia a esa «divina partícula» de la que he escrito varias veces a traves de Marco Aurelio, es decir, de la consciencia que el Universo nos ha concedido; y constantemente hace referencia al hecho, que debemos inclinarnos hacia ella y no hacía la «otra»; la partícula más animal de la que también disponemos. En cierto grado Epicteto quiere indicar que el ser humano tiene dos componentes, uno animal y otro divino o consciente. Hace mención al Cesar como queriendo decir: «Aunque se te honrase de todos los honores, riquezas, lujos y todo lo deseable por una persona (pero indiferente para un estoico), ¿de verdad deberías agradecerlo?» O es más bien ¿sería de Sabio, agradecer lo otro, lo que ya te fue otorgado, es decir, la partícula de la divinidad, o la capacidad de asentimiento?

Por causa del primer parentesco, los que de nosotros nos inclinamos hacia él, nos volvemos, unos, como lobos: infieles, pérfidos, dañinos; otros, como leones : salvajes, fieros, crueles; y la mayor parte de nosotros, como zorros o como cualquier animal despreciable. Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.3.7

Aquí vuelve a incidir en esto: «el primer parentesco, es el del Cesar»,  el mortal, el despreciable (en sentido de irrelevancia). Por los deseos, nos volvemos dañinos y pérfidos, como los lobos. Por eso Epicteto, insiste en que deberíamos dirigir el foco hacia algo más importante: La recta razón o la capacidad de Asentimiento

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro I – Pasaje IV

El que progresa, si ha aprendido de los filósofos que el deseo lo es de los bienes y que el rechazo lo es de los males, si ha aprendido también que la serenidad y la impasibilidad circundan al hombre sólo en el caso de que no se frustre en su deseo y de que no vaya a parar a lo que es objeto de rechazo, aparta de sí totalmente el deseo y se pone por encima de él, y se sirve del rechazo sólo en lo que depende del albedrío. Pues si rechaza algo que no depende del albedrío sabe que alguna vez le sobrevendrá algo ajeno a su inclinación y será desdichado. Y si la virtud promete precisamente concedernos la felicidad y la impasibilidad y la serenidad, con toda certeza que el progreso hacia ella es un progreso hacia cada una de estas cosas. Pues el progreso es siempre un acercamiento a aquello a lo que la perfección nos conduce de un modo definitivo. ¿Cómo entonces, si estamos de acuerdo en que la virtud tiene ese carácter, buscamos y exhibimos el progreso en otra parte? ¿Cuál es el resultado de la virtud? La serenidad. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.4.1-5

Aquí por primera vez, Epicteto hace referencia al prokopton (προκόπτων) o al prokopis (προκοπῆς), en esencia, el progreso o progresar. Ya he hablado que esto del Prokopton, o la disciplina de la excusa mal concebida es un arma de doble filo; pero fue realmente Epicteto, el que, en un afán de focalizarse en la práctica, planteó los tres estados o disciplinas de este progreso de los que decenas de veces he hablado; Asentimiento, Deseo y Acción. Aquí en esta frase, habla en resumen de todo esto. El objetivo de este progreso: Alcanzar la serenidad, la paz mental eúroia, (εὔροια). En cierto grado aquí Epicteto indica, que no es necesario alejarse del deseo, y tampoco acercarse a lo rechazado, pero en igual caso, tampoco el hecho de alejarse del deseo debe perturbar el ánimo y viceversa. El progreso forma parte justamente de esto: De relacionarse con aquellos objetos comunes de deseo y rechazo para poder entenderlo y sobre todo acceder a la Virtud alrededor de ellos pero no gracias a ellos.

«¡ Tú, ven aquí! ¡Muéstrame tus progresos!» Como si habláramos con un atleta y al decirle: « Muéstrame tus hombros», me contestara: «¡ Mira mis pesas!». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.4.13

Por eso en gran medida, el progreso se demuestra andando. Siendo un ejemplo del progreso, y que nuestras acciones muestren dicho progreso. El progreso no se demuestra, ni a través de los libros, ni a través de algo externo a nosotros. Aquí me ha gustado esta frase, dado que Epicteto pone el ejemplo de un atleta, el cual, muestra su «progreso atlético» en base a su complexión y no en base a las herramientas con las que trabaja. De nada le sirve tener muchas pesas de diferentes tamaños y calidades, si luego no se ejercita con ellas. En este caso, el progreso hacia la Virtud, se ejercita en base a la disciplina de la Acción, poniendo en práctica lo ejercitado previamente (el Asentimiento y el Deseo)

¿Que dónde está entonces el progreso? Si alguno de vosotros se aparta de lo externo y centra el interés en su propio albedrío, en cultivarlo y modelarlo de modo que sea acorde con la naturaleza, elevado, libre, sin impedimentos, sin trabas, leal, respetuoso; si ha aprendido que el que desea o rehúye lo que no depende de él no puede ser ni leal ni libre, sino que por fuerza cambiará y se verá arrastrado a aquello y por fuerza él mismo se subordinará a otros, a los que pueden procurarle o impedirle aquello, y si entonces, al levantarse por la mañana, observa y guarda estos preceptos, se baña como persona leal, respetuosa, come del mismo modo, practicando en cualquier materia los principios que le guían, como se aplica el corredor a la carrera y el maestro de canto a cultivar la voz, ése es el que progresa de verdad y el que no ha salido de su casa en vano. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.4.18-20

Aquí muestra un ejemplo de donde encontrar las herramientas para trabajar ese progreso: Justamente en el propio albedrío (prohairesis), la capacidad de soportar la Fortuna. Como decía anteriormente, una persona no debe rehuir ni desear lo que no depende de uno mismo, dado que en gran medida, esto nos esclaviza. En este caso, cuando una persona, hace sus quehaceres diarios, siempre cuidando de la Virtud (de la razón, del asentimiento en todas sus acciones), es cuando de verdad podrá observarse un progreso

Y si hiciera falta estar engañado para aprender que lo exterior e independiente del albedrío no nos concierne, yo bien quisiera ese engaño, con el que podría vivir sereno e imperturbable; vosotros, ya veréis qué queréis. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.4.18-20

Es muy curioso porque Arriano muchas veces termina los pasajes de Epicteto con una frase de este tipo; según Epicteto dice: «y aunque tuviera que estar engañado para entender lo que he dicho anteriormente, pues prefiero seguir viviendo engañado». Parece como si quisiera decir algo asi: «Me da igual por donde tenga que pasar, pero estoy convencido de lo que digo es lo que hay». En este sentido, parece como si Epicteto, fuera muy poco flexible en sus enseñanzas. Puedo equivocarme, pero creo que esta rigidez, proviene del concepto del Sabio Estoico, que pese a que promete un ideal muy utópico, tiene algunos aspectos que bajo mi punto de vista merecería la pena pulir (como la rigidez del conocimiento; se supone que el sabio estoico lo sabe todo y no tiene dudas nunca en lo que dice). En la medida de lo particular, lo he comentado en varias ocasiones en algunos grupos de discusión, y parece como si la Lógica estoica adoleciera de algunos principios que otras filosofías como la escéptica pudiera haberle aportado para mejorarla, como disponer y convivir con un mayor espectro de dudas. Parece que con la más absoluta certeza se soluciona todo, y esto bajo mi punto de vista da pie a demasiado dogmatismo. Para mi es muy prematuro al menos para sacar conclusiones. Pero si es cierto que en el siguiente Pasaje, esto se ve aún mas severamente.

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro I – Pasaje V

Si alguien —dice— se resiste a lo que es más que evidente, ante él no es fácil hallar un razonamiento por medio del cual se le haga cambiar de opinión. Y eso no se debe ni a la capacidad de aquél ni a la debilidad del maestro, sino que una vez que sigue obstinado tras haber sido arrinconado 28 , ¿cómo va uno a seguir entendiéndose con él por medio de razonamientos? Hay dos clases de obstinación: la obstinación intelectual y la obstinación moral, cuando alguien persiste en no admitir lo evidente y en no ceder en los puntos en disputa. Muchos de nosotros tememos la necrosis corporal y nos las apañaríamos de cualquier manera para no ir a parar a tal situación, pero la necrosis del alma no nos importa nada. Y, ¡por Zeus!, en cuanto a la misma alma, si alguien estuviese en un estado tal que no fuera capaz de seguir ni comprender nada, pensaríamos de él que también está mal. Pero si son el sentido moral y el sentido del respeto lo necrosado, a eso incluso lo llamamos fortaleza. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.5.1-5

Este pasaje, es muy corto, se llama «Contra los Académicos» (Ἀκαδημαικούς), y es una carga frontal como podemos ver contra esta filosofía (Escuela Platónica). Epicteto no da muchas explicaciones y simplemente se limita a atacar deliberadamente, la postura de los Académicos. Tengo que recordar que la escuela escéptica, se fundamenta en parte de sus orígenes en esta escuela platónica con lo cual, bajo mi punto de vista me parece este nivel de inflexibilidad Epicteto, es de lo menos elogiable que podemos encontrar entre sus escritos.

En cierto grado, en un ímpetu de desacreditar a los Académicos, los tacha de incrédulos, ante tanto cuestionamiento por todo. Es como si dijera: «¿Por qué os tenéis que estar todo el día cuestionando, si es el Sol lo que esta encima vuestros ojos, si podemos verlo todos?». Es bien sabido que Epicteto despreció significativamente el Intelectualismo y la Erudición y se intentó centrar constantemente en cuestiones eminentemente prácticas. En cierto grado, he de darle gran parte de razón, porque en esta vida, y sobre todo en la filosofía, parece correcto pasar gran parte del día dilucidando nuevos pensamientos y reflexiones, pero esto es un pozo sin fondo.

Si no se toma un punto de referencia por banda (la física estoica o el que sea), uno nunca toma las rienda del movimiento en su vida y se lanza a por un objetivo claro (en este caso, la Eudaimonia). Por eso, creo que este tipo de arrebatos que le surgen a Epicteto durante todas las Disertaciones es debido a esto. Diría que el lema moderno de Epicteto sería: «Déjate de tonterías y empieza a ejecutar YA».

Vitali

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