—Entonces, ¿qué hace al hombre hermoso sino aquello mismo que hace hermosos al perro y al caballo en su género? —Eso mismo —dijo—. —¿ Y qué hace hermoso al perro? La presencia de la virtud propia del perro. ¿Y al caballo? La presencia de la virtud propia del caballo. ¿Y al hombre? ¿No será la presencia de la virtud propia del hombre? Así que también tú, si quieres ser hermoso, muchacho, esfuérzate en eso, en la virtud humana. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.1.6-7
Empezando con la tercera entrega de las Disertaciones de Epicteto con Arriano, este primer pasaje explica la indiferencia ante otro nuevo elemento; el decoro y la belleza. Como ya he venido repitiendo varias veces, me da la sensación que en gran medida estos apartados van dirigidos a ciertas personas que sugieren estas dudas al filósofo; y a las cuales Epicteto empieza cuestionando con una especie de formato Socrático y acaba redirigiendo toda la conversación al fin último: El único bien es la Virtud. Quizá uno se sienta identificado en cierto momento de su vida con estas tesituras, por lo tanto a todo puede servir, pese a que la mayoría pueda haber quedado un poco desfasada (indiferentes del pasado).
Para partir del ejemplo que propone en esta primera parte, compara al perro y al caballo con las personas. Lo que es «bello» para un perro, no es «bello» para un caballo y lo mismo pasa para las personas; evidentemente insinuando como conclusión que la belleza esta en la Razón, no en el físico en el caso de un ser humano.
—Mira a quiénes alabas tú cuando alabas a alguien sin apasionamiento. ¿A los justos o a los injustos? —A los justos. —¿ A los sensatos o a los licenciosos? —A los sensatos. —¿ A los continentes o a los incontinentes? —A los continentes. —Pues sabe que al hacerte como uno de ellos te harás hermoso; y que mientras descuides eso, por fuerza serás feo, por más que hagas de todo para parecer hermoso. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.1.8-10
A alguien sin apasionamiento (con Razón) es el modelo de belleza adecuado; es decir, aquel que utilice la Razón para adecuarse a los preceptos de las Virtudes Cardinales (y no al revés como a veces se sugiere en cierta bibliografía de estoicismo moderno y tantas veces vengo repitiendo). Alude a la justicia, a la prudencia (sensatez), a la continencia (como forma de templanza). Características que según Epicteto podrían definir a ese ser «virtuoso».
—¿ Tan curioso eres, Sócrates , y tan entrometido? ¿A ti qué te importa qué hacemos? —¿ Qué estás diciendo? Siendo compañero y pariente mío, ¿te despreocupas de ti mismo y ofreces un mal ciudadano a la ciudad, un mal pariente a los parientes, un mal vecino a los vecinos?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.1.8-10
En un afán de seguir convenciendo al personal que escucha estos planteamientos, Epicteto pone de ejemplo Sócrates el cual cumplió con su labor (con su rol) pese a que no alcanzará siempre el éxito pretendido. Esta forma de retórica que parece que se repite en muchos de los textos antiguos de diferentes autores, no se hasta que punto sería interesante en la actualidad. La idea pasa por poner ejemplos de «modelos ideales», supuestamente conocidos por todos con objeto de poder dar a explicar la visión que el trata de mostrar. Quizá es por esto también que muchos eruditos de la filosofía clásica han interpretado la necesidad de localizar un «sabio» o un modelo a seguir para progresar en nuestro desarrollo vital. Por esa insistencia que tienen los filósofos de continuamente estar referenciando algo de provecho a una persona que lo ejerce de gran manera. Aunque pensándolo mejor en la actualidad también nos servimos de referentes, como «Steve Jobs» un modelo de creatividad, Teresa de Calcuta, un modelo de solidaridad, etc… Lo que si es definitivo es que al menos para Epicteto, su modelo de sabio estoico, fue Sócrates indudablemente.
En este caso, Epicteto también insiste en un esfuerzo de aclarar su labor de «educador estoico» y hacer entender que la belleza y el decoro son solo indiferentes y aunque no convenza de ello, su rol es ese; en un esfuerzo ha de intentar cumplirlo aunque no resulte, al igual que Sócrates hizo en su vida. O al igual que los otros roles que propone tales como un ciudadano con su ciudad, un pariente con sus parientes, etc… Quizá esto queda un poco sacado de contexto del tema principal del pasaje, pero me resultaba interesante también comentarlo.
Conoce primero quién eres y adórnate de acuerdo con eso. Eres hombre , es decir, animal mortal capaz de servirse racionalmente de las representaciones. Ese «racionalmente» ¿qué significa? De modo acorde con la naturaleza y cumplidamente. ¿Qué tienes de extraordinario? ¿Lo animal? No. ¿Lo mortal? No. ¿La capacidad de servirte de las representaciones? No. Lo que tienes de extraordinario es lo racional: adorna y embellece eso . La cabellera, déjasela a Quien te la modeló como Él quiso. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.1.25-26
Como ya auguraba al principio, siempre sigue el mismo formato; empieza poniendo en duda el indiferente, pone varios ejemplos conocidos, de Sócrates, Diogenes u otras figuras relevantes; y al final acaba indicando que lo único verdaderamente importante es la Virtud. En este caso propone una consulta retórica: ¿Que es lo bello? Decórate y embellécete a través de ello: La Razón
Porque no eres carne y pelo, sino albedrío. [40] Si tu albedrío es bello, entonces serás bello. Que hasta [41] ahora no me atrevo a decirte que seas feo; parece, en efecto, que estás dispuesto a oír cualquier cosa antes que esto. Pero, [42] mira: ¿qué dice Sócrates al más bello y más apuesto de todos, a Alcibíades? «Así que, intenta ser bello ». ¿Qué es lo que le está diciendo? ¿« Arréglate el cabello y depílate las piernas»? Claro que no, sino: «Adorna tu albedrío, arranca las opiniones viles». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro III.1.24.40-42
Y aquí acaba el pasaje, destacando aquellos pareceres de la Razón; lo que depende de uno, es lo verdaderamente destacable, o lo bello. ¿Falta la belleza en ti acaso si estas en posesión de la Razón? Es indiferente. En este bloque hace referencia a Alcibíades y Socrates, lo cual sugiere que existe una historia detrás entre ambos personajes que desconozco (creo que en el Banquete de Jenofonte se hace referencia a esta historia en la que no me voy a detener, por lo que puede verse en Wikipedia, al parecer se salvan la vida mutuamente).
Pero si es cierto que durante todo el pasaje va poniendo varios pareceres, fruto de las representaciones; la belleza para gustar al sexo opuesto como algo positivo o bueno, cuando en realidad es solo una representación un indiferente; la belleza por posición social, por otras presunciones, pero nunca por voluntad propia. Generalmente siempre de cara a un externo. Y la conclusión con la que parece concluir es: ¿Debe uno perder el tiempo cuidado el cuerpo por encima de la Razón?
He ahí la cuestión sobre la que viene girando todo desde 2 libros atrás en estas Disertaciones de Epicteto; el hecho de replantearse hasta que punto merece la pena dedicar detalle (y por consecuencia tiempo) en todas y cada una de las cosas que uno ha venido haciendo hasta la fecha. ¿Pierdes varias horas a la semana acicalándote? ¿Cuidando tu cuerpo en desmedida, largas horas en el gimnasio?. Hasta aquí todo parecería correcto y normal, tal y como recomiendan los médicos. Pero en cambio, ¿cuantas horas consumes trabajando la Razón?. Si la proporción Cuerpo/Mente siempre queda por debajo del tiempo consumido en ejercitar esa Razón algo es inadecuado. Evidentemente, siempre y cuando uno quiera seguir los preceptos del estoicismo; haya llegado a entender la importancia que tiene enfocar en la razón en vez de en los indiferentes, para vivir una vida adecuada y virtuosa. Y no solo en la disciplina del asentimiento como disciplina de entrenamiento de la Razón, también en la correcta gestión del deseo a través de la disciplina del deseo, que para mi personalmente, guardan una estrecha relación inseparable ambas disciplinas.
Pero en otro caso, que pensemos que el tiempo debe ser dirigido a las acciones que nos hacen sentir felices, o agusto con nosotros mismos; siempre tendremos otro montón de filosofías, que no dejan tan de lado esos indiferentes y si le dan esa importancia independientemente de si la merezcan según la doctrina. Todo es una cuestión de como uno decida dar el paso hacia adelante y si le convencen las bases que aquí se barajan.
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