Pues por aquí hay que empezar y desde aquí hay que abatir la fortaleza; expulsar a los tiranos: dejar de lado el cuerpo, sus partes, las facultades, la hacienda, la fama, las magistraturas, las honras, los hijos, los hermanos , los amigos, considerar que todo eso es ajeno. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.1.87
Como ya venía comentando el último día unas semanas atrás, para Epicteto toda la libertad del alma pasa a través de la Disciplina del Deseo. Y al mismo tiempo forma parte de un deber como parte de la disciplina de la acción. Es quizá esta una de las grandes razones por la que he tardado tanto tiempo en escribir de vuelta y en al que sigo sumido en la actualidad: La relación existente y disyuntiva entre ambas disciplinas: La del deseo y la de la acción.
Esto tiene mucho que ver con un concepto que me esta constando asimilar, pero que he podido observar que algunos parece que ententendieron con facilidad: La esencia de la naturaleza del ser humano según el estoicismo. Ya hablé hace bastante tiempo sobre la relación entre el Oikeion y la Acción Apropiada estoica. Ya comentaba en su día que existe una lógica muy blanda en este aspecto que de momento para mi, no explica en su integridad el porque de la utilidad de una Disciplina de la Acción, si realmente la Disciplina del Deseo es suficiente para cubrir tanto las prácticas que ya conocemos dentro de la misma, como las prácticas propuestas entorno a la disciplina de la Acción. Digamos que en gran medida parece como si la Disciplina del Asentimiento y la Disciplina del Deseo son realmente las únicas dos disciplinas del Prokopton, al margen de la propuesta inicial de Epicteto que vimos en el Pasaje II del Libro III
Ahí, al igual que en este apartado, Epicteto propone que hay que ejercitarse en tres elementos: El de los deseos y los rechazos (o lo que es lo mismo, como aquí dice de otra forma metafórica, «expulsar a los tiranos»), el relativo a los impulsos y las repulsiones que compara con el deber, actuar con orden, con buen sentido y sin descuido, y el último, el del asentimiento.
Pero si miramos con más detalle, ¿que diferencia existe entre los deseos y los impulsos, entre los rechazos y las repulsiones? ¿Que diferencia en actuar con orden, buen sentido y sin descuido y lo relativo al asentimiento? Aquí está mi conclusión: No existe diferencia realmente. Con lo cual la conclusión en este punto, y que me gustaría tratar con más detalle en el futuro, es si realmente merece existe diferencia entre la Disciplina de la Acción y del Deseo o si solo ha sido, quizá un error de interpretación por algunos autores (lo que me situaría en una posición comprometida, por estar refutando la versión de muchos eruditos) o si existe una diferencia más allá de las propuestas más evidentes que no he conseguido alcanzar. Por lo que me han informado, al parecer en la Ciudadela Interior de Pierre Hadot, que aun llevo a medio leer, podrían existir referencias claras acerca de esta disciplina de la acción que me gustaría profundizar y que quizá esclarezcan esta situación
Así hacen también los más prudentes de los caminantes: ha oído que en el camino hay ladrones. No se atreve a emprender viaje solo, sino que espera la compañía de un legado o de un cuestor o de un procónsul y se une a la comitiva y va seguro con ellos. Así actúa también el sensato en el mundo. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.1.91
La disciplina del acción de alguna forma simplificada podría considerarse con el simple hecho de hacer cosas en la vida; sin mucha más «profundidad». Metafóricamente hablando, si estuviéramos en un gimnasio de entrenamiento muscular, la disciplina del Asentimiento sería la teoría muscular y el formato de los ejercicios, la disciplina del Deseo sería el ejercicio con pesas en el gimnasio, y la disciplina de la acción sería simplemente, el hecho de ir al gimnasio. Si nos damos cuenta parece un poco absurdo porque ese hecho de ir al gimnasio podría haberse englobado dentro de la disciplina del deseo como un ejercicio más a realizar, pero quizá Epicteto quiso darle su lugar independiente por una posible sencilla razón: Podemos dormir en el suelo para robustecer nuestro espíritu, podemos privarnos de cosas para mejorar nuestra perspectiva del deseo, podemos pasarnos el día asintiendo y meditando correctamente, pero si no salimos a la calle y nos «exponemos» a las adversidades reales todo el entrenamiento en Deseo y en Asentimiento realmente es inútil.
La cuestión grande es: ¿Que motivación nos debe surgir para dirigirnos hacia la calle? ¿Salir simplemente a pasear? En gran medida la respuesta a esto suele resumirse en la necesidad de labrarnos una vida (y un pan que llevar a casa). Pero ¿que ocurre en estos casos, ya no tan excepcionales, en los que, la familia puede «soportar la carga financiera» y podríamos vivir parasitando?. (no siempre se da este caso, pero en países occidentales parece que es algo bastante común). ¿Que sentido de la vida tendría salir ahí fuera? Esto es lo que propone Epicteto: Es necesario emprender un viaje, sea cual sea. Emprender un viaje sensato pero emprender un viaje. Y como comentaba al principio, para muchos parece que les queda muy claro: Para mi no tanto especialmente desde una perspectiva eminentemente lógica.
Pero realmente al contrario que en el Cinismo, que promulga el concepto del esfuerzo, del ponos, en el estoicismo, esto no es algo estrictamente necesario. ¿Quiere decir esto, que un parásito que vive conforme a las leyes básicas del deseo y del asentimiento, podría ser considerado estoico de alguna forma? De momento, visto estrictamente desde la Lógica Estoica, no tengo razones para negarlo. Es justamente a esta pregunta a la que trato de responder, porque me resulta como una «explosión» en mi mente: ¿Como es posible que una filosofía pueda aceptar este estado vital?
¿No se puede encontrar un compañero de camino seguro, leal, firme, que no me prepare trampas?». Así lo plantea y piensa que si se une a la divinidad avanzará seguro. —¿ En qué sentido dices «unirse»? Para querer también él lo que quiera ella y lo que ella no quiera no quererlo él tampoco. Pero, ¿cómo se llega a eso? ¿De qué otra manera, sino meditando sobre los impulsos de la divinidad y su gobierno? ¿Qué me dio mío y con dominio propio? ¿Qué se reservó para sí misma? Me dio lo que depende del albedrío, lo puso en mis manos sin trabas, sin impedimentos. ¿Cómo podía hacer libre de impedimentos este cuerpo de barro? Sometió al giro universal la hacienda, el ajuar, la casa, los hijos, la mujer. ¿Por qué, entonces, lucho contra la divinidad? ¿Por qué quiero lo que no hay que querer, tener a cualquier precio lo que no me ha sido dado?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.1.97-100
Y de nuevo, en este fragmento, Epicteto vuelve al tema del Deseo directamente, como no podía ser de otra forma: El objetivo es remarcar, y repetir con objeto de dejar claro la necesidad de entender la diferencia entre lo material (lo que Epicteto llama barro), y lo divino (el libre albedrío). Y entendiendo esta diferencia uno podría saber que desear lo que no nos ha sido dado (lo que es de «barro»), no nos pertenece, con lo cual, no tiene sentido desearlo, solo recibirlo cuando nos llega, y despedirse de ello cuando se va.
Que cuando estaban presentes tampoco se comportaron como en una fiesta ni ocuparon el lugar que les correspondía, sino que se dolían, hacían reproches a la divinidad, a la suerte, a los que estaban con ellos. Sin percatarse ni de lo que habían conseguido ni de sus propias facultades —que habían recibido para lo contrario—: la magnanimidad, la nobleza, el valor, la misma que ahora investigamos, la libertad. —Entonces, ¿para qué las he recibido? —Para usarlas. —¿ Hasta cuándo? —Hasta que quiera el que te las cedió. —¿ Y si me fueran necesarias? —No te aficiones a ellas y no lo serán. No te digas a ti mismo que te son necesarias y no lo serán. Este ejercicio habrías de practicar desde el alba al ocaso. Empezando por las cosas más pequeñas, por las que antes se dañan, por una olla, por un vaso; y luego avanza al vestidito, al perrito, al caballito, al campito. De ahí, hacia ti mismo, al cuerpo, a las partes del cuerpo, a los hijos, a la mujer, a los hermanos. Mira a todas partes a tu alrededor y arrójalo de ti. Purifica tus opiniones, no se les pegue algo de lo que no es tuyo, no se te hagan de tu naturaleza, no te duela al arrancártelas. Y entrenándote a diario, como allí, di no que filosofas (sería un término pretencioso), sino que presentas un emancipador.. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.1.109-113
Y para finalizar por hoy en esta última parte, quiero destacar este bloque, porque deja muy claro la esencia de lo que plantea Epicteto sobre la temática del Deseo: Trabajar día a día en no hacer necesario nada en particular. Esforzarse de alguna forma, en detectar todas aquellas cosas que poseemos y que le estamos dando un valor de necesidad forzosa. Por poner un ejemplo más actual: ¿pensamos que el teléfono móvil es fundamental en nuestras vidas? Desechemos su uso durante un mes y vivamos con otras herramientas. ¿Pensamos que así seremos menos productivos? Lo importante no es ser productivo según Epicteto, dado que esto es un indiferente. ¿Y si nos perdemos? ¿Y si nos pasa algo? ¿No necesitamos el telefono para llamar?. Todo esto es indiferente para el estoicismo: Lo único importante es disponer plenamente de ese divino libre albedrío que esa atadura al teléfono nos podría estar suponiendo. Y ser conscientes de que necesitamos algo como podría ser el teléfono móvil nos hace esclavos. Y lo mismo pasa con todos esos ejemplos que comenta: Desde un vaso, hasta una casa.
Puede parecer muy agresivo, pero se ve claramente como Epicteto podría estar sugiriendo que quizá sería interesante vivir en la calle durante un tiempo para también entender que ni una casa es necesaria. Solo sabemos que hay un indiferente del que no nos podemos desprender sin tener la oportunidad de volver a ello: Del cuerpo y de la vida. Podríamos desprendernos hasta de la vida (viviendo con los ojos tapados los ojos durante un tiempo por ejemplo).
Y como muchos me han hecho en las últimas semanas esta pregunta, yo también me la sigo haciendo en la actualidad: ¿Donde estan los límites de la Disciplina del Deseo? Hasta donde nos tenemos que «exponer» para entender que realmente no necesitamos de nada en particular. ¿Es verdaderamente necesario exponerse a esos niveles tan extremos (como el tema de vivir en la calle), si tenemos certeza que nunca nos vamos a ver en ello?
Cuando la gente me hace estas preguntas, me hago a mi mismo esta pregunta: ¿Nadie nunca pensó en un tema de actualidad como es la guerra de Siria? Profesionales con buenos salarios, viviendo en la actualidad en tiendas de campaña durante varios meses o incluso ya años? ¿Acaso esto no podría pasar también en nuestros respectivos países en un futuro próximo? Creo que en gran medida una de las cosas que ya nos advirtió Marco Aurelio y que subliminalmente nos advierten la mayoría de los textos Estoicos como Epicteto, es que subestimamos la posibilidad de que pase algo. Y también sobre-estimamos nuestra capacidad de soportarlo sin dañar nuestro alma durante largos periodos.
La antifragilidad no se consigue de la noche a la mañana. Y como viene siendo habitual en los últimos mensajes, me vuelvo a preguntar: ¿No merece la pena empezar a trabajarla desde hoy de cara a disponer un libre albedrío incorruptible?
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