Si es cierto lo que dicen los filósofos sobre el parentesco entre la divinidad y los hombres, ¿qué otra cosa les queda a los hombres sino lo que decía Sócrates: al que pregunta «¿ de dónde eres?», no responderle nunca «ateniense» o «corintio», sino «ciudadano del mundo»?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.9.1
Epicteto hace su entrada hablando justamente del Cosmopolitismo, pero intentando asociarlo más en referencia al título del presente pasaje: «El parentesco con la Divinidad«. Para ello, hace referencia al hecho que la mayoría de los filósofos se sintieron desarraigados de una patria sintiéndose de alguna manera «Ciudadanos del mundo».
Dejando por un momento a un lado el análisis de estos pasajes; un dato curioso que más adelante veremos, es que Epicteto volverá a aludir y a hacer referencias al hecho de «volver a una patria y cumplir con una responsabilidad»; como invitando a pensar, que pese a que uno, tenga una gran responsabilidad consigo mismo, ejerciendo la Virtud, existen otro tipo de responsabilidades adicionales (como una forma de rellenar la Virtud Vacía Estoica de alguna manera y que tanta contradicción trae a veces en los escritos)
Esa «dicotomía» que existe en los pasajes de Epicteto (no la del control, sino la de la responsabilidad de uno con los indiferentes), me resulta de los aspectos más complejos de entender del estoicismo de Epicteto; y si bien, como me refería hace poco, en el artículo sobre el Cosmopolitismo, a que «primero va la Virtud y luego el resto de las responsabilidades», parece como Epicteto, intenta ser congruente con su propia filosofía Estoica, altamente orientada a la disciplina de la acción. Es cierto que insiste constantemente en el hecho de que «no hay Virtud sin responsabilidad, dado que sin esta, no se podría ejercitar», lo cual hace que todo recobre algo de sentido.
Pero mi pregunta todavía sin respuesta es: ¿Por qué ha de ejercitarse con una responsabilidad orientada a los valores? ¿Tienen algo que ver los valores con las facultades que hablaba el primer día? Y por otro lado la segunda pregunta: ¿Como o quién dicta estos valores? ¿Por qué Epicteto hace mención constantemente al mismo formato de valores: La familia, la magistratura, la patria, …? ¿Es posible que sea algo inculcado culturalmente en la época? (aunque en el presente siga dándose en gran medida de semejante forma).
Epicteto hace referencia a los δύναμαι (dunamai) que de alguna forma simbolizan algo con un contenido Moral. Como es tan difícil a veces traducir algunos textos, dado que la misma palabra encaja bien en diferentes contextos, pero la elección de una traducción u otra, varía significativamente el resultado, por mi parte podría considerar que con dunamai se refiere a «La capacidad de hacer algo valioso». Es en este concepto «valioso» es donde reside la principal incongruencia. Porque en este caso no se refiere a la capacidad de hacer algo en base a la Virtud, sino en base a las propiedades intrínsecas con las que nacimos y evolucionamos a lo largo de nuestra vida (el ser un buen marido, un buen padre, un buen médico, carpintero, ingeniero, apicultor,… y un buen ciudadano). Ese «buen», es lo que provoca un alto grado de contradicción: Considerando que el principal lema del estoicismo es: «No hay nada bueno ni malo, solo la Virtud».
En un ensayo Gilbert Murray, trata de esclarecer esto, pero a mi personalmente sigue sin quedarme claro. Próximamente he de regresar a ello, no puedo dejar a un lado es tema, porque en cierto grado, este es uno de los motivos por los que tomé la decisión de revisar los Discursos de Epicteto con profundidad. Así que entiendo que irá saliendo esto eventualmente y trataré de ir encajándolo con objeto de en un futuro, poder determinar una resolución a la incógnita, razonable
Ahora bien, quien haya captado la administración del mundo y haya comprendido que «lo principal y lo más importante y lo que contiene todo lo demás es ese conglomerado que procede de los hombres y de la divinidad —de ella vino a parar la simiente no sólo a mi padre y no sólo a mi abuelo, sino también a todo lo engendrado y nacido sobre la tierra, y especialmente a los seres racionales, porque sólo ellos por naturaleza participan de la relación con la divinidad ligados a ella por la razón—»¿por qué no va a decir que es ciudadano del mundo? ¿Por qué no que es hijo de la divinidad? ¿Por qué va a temer lo que sucede entre los hombres?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.9.4-6
Esta parte me recuerda en gran medida tal y como comentaba en las conclusiones de los Kephalaia de las Meditaciones de Marco Aurelio, existe una unidad en la humanidad, en la que todos compartimos el mismo Logos Universal y es por ello la necesidad de entender que el Cosmopolitismo no es una opción, sino una necesidad, para seguir progresando en la Virtud
Ésta sería la lucha que debería emprender vuestro maestro y educador si es que lo hubiera. Y vosotros habríais de venir diciendo: «Epicteto, ya no soportamos estar atados a este mísero cuerpo y alimentarlo y darle de beber y hacerlo descansar y limpiarlo y andar a vueltas con él por unas cosas y otras. ¿Verdad que esas cosas son indiferentes y que no tienen que ver con nosotros y que la muerte no es un mal? ¿Verdad que somos parientes de la divinidad y que procedemos de ella?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.9.12-13
Por otro lado, vuelve a sacar el tema de los Indiferentes; y expresa este hecho directamente por primera vez, cuando dice que «la muerte no es un mal«. Literalmente hace referencia, que ni alimentar ni dar de beber, ni descansar al cuerpo, es importante, comparativamente al aspecto Divino, es decir, lo que de verdad importa: La Razón y su enfoque prácticamente exclusivo hacia esta.
En gran medida a veces parece como Epicteto predica una forma de vida muy simplista: Dirigir la mayor parte del foco de atención en el día a cultivar a trabajar la Virtud, e introducirse en otras actividades importantes, los dunamai que hablaba antes, pero nunca dejando de lado el aspecto Virtuoso. Con lo cual, es quizá la razón por la cual, siempre se refiere a dunamai muy triviales y no a aspectos complejos que en definitiva, pudieran provocar un desenfoque de lo verdaderamente crucial.
Quizá no lo he dicho antes, o lo he mencionado de manera poco precisa, pero si en este punto alguien se pregunta: ¿No entiendo que de contradictorio ves en todo esto?, la respuesta es sencilla: ¿Cuanto hay de adoctrinamiento en esa contradicción? Es decir: ¿Que sentido tiene una vida, en la que desempeñamos tareas tan simples, como cuidar de una familia, hacer bien nuestro trabajo, y poco mas, y dejar el resto del día para cultivar la Razón? ¿Es según Epicteto el verdadero camino para alcanzar la Eudaimonia? ¿No es posible alcanzar la Eudaimonia, aun partiendo de muchos de los principios Estoicos, adquirir un cariz más cercano a la Escuela Cínica y dejar a un lado esas actividades culturalmente impuestas? Quizá eso es lo que más me gusta personalmente del Cinismo, ese anti-adoctrinamiento tan radical que profesa, y ese afán por la libertad en su Virtud.
Pero nosotros somos como vientres, como entrañas , como genitales; ésa es la opinión que tenemos de nosotros mismos, puesto que sentimos miedos y ansias. Alabamos a los que pueden favorecernos en esas cosas y a ésos mismos tememos. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.9.26
Y aquí concluye este pasaje, indicando que si nos comparamos a lo más «orgánico y mortal» de nuestro ser, es decir, nuestro cuerpo, y nos asociamos al mismo de manera férrea, acabaremos ansiando la búsqueda de indiferentes que estén fuertemente dirigidos por la Fortuna; aunque podamos esforzarnos en conseguirlos nada asegura dárnoslos y viviremos en constante temor de no disponerlos. Una vida dirigida por otros, en vez de por nuestra propia Razón.
Si nos esforzáramos tanto por nuestra propia tarea como los senadores de Roma por lo que les concierne, quizá también nosotros consiguiéramos algo. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.10.1
Este es uno de esos pasajes tan poco concisos que no soy capaz de extraer gran reflexión. Pero en esta primera frase, he visto cierto grado de importancia con respecto al tema que trataba justo al inicio de esta entrada. Epicteto indica, que si nos esforzásemos tanto como lo hacemos por conseguir aquellos indiferentes en la vida que nos proponemos, tal vez consiguiéramos algo, o tal vez no; pero en cambio, si nos esforzáramos aun más y focalizáramos en cultivar la Virtud, la razón, nos aseguraríamos de progresar en nuestra vida.
Volvemos a ese aspecto de la Dicotomía de la responsabilidad. Parece que queda absolutamente claro que Epicteto se inclina completamente hacia la Virtud, aunque a veces esas pinceladas que va dejando hacia los otros aspectos de lo indiferente como importantes, parece que no acaban de encajar en toda la filosofía sin provocar cierto grado de contradicción.
—Entonces, puesto que discutimos sobre lo que es conforme a la naturaleza y lo que está bien o no está bien, ¿qué criterio quieres que tomemos?
—No lo sé —dijo—.
—Ciertamente, desconocer el criterio relativo a los colores, olores o incluso los sabores no es un gran perjuicio, pero en lo relativo a lo bueno y lo malo y a lo conforme a la naturaleza y lo contra naturaleza ¿te parece que será poco peijuicio el del hombre que lo desconozca?
—El mayor, desde luego.
—Venga, dime: todo lo que les parece a algunos bueno y conveniente ¿se lo parece con razón? ¿Es posible que todas las opiniones sobre la alimentación —las de los judíos, los sirios, los egipcios y los romanos—sean correctas?
—¿ Cómo va a ser posible?
—Entonces, creo que es de toda necesidad que si son correctas las opiniones de los egipcios, no lo sean las de los demás; y que si son correctas las de los judíos, que no lo sean las de los otros. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.11.10-13
¿Que criterio uno ha de tomar para analizar el bien o el mal en los indiferentes? Ese es el principal problema de la Moral colectiva. Que hace que para lo que es bueno para unos, para otros es malo. Aquí Epicteto pone el ejemplo de las comidas. La comida buena para los judíos puede que sea mala para los sirios, los romanos y los egipcios. Y lo mismo ocurre con el resto. No podemos juzgar que la comida sea buena o mala, aunque si podamos preferir una u otra. La preferencia en sí, no puede ser considerada como una vara de medir la Moral. Y es por esto, por lo que en el estoicismo se persigue como objetivo final la Moral Vacía, una forma de pensamiento en la que no existen juicios de valor ante los indiferentes.
—¿ Y entonces? Dejar a una hija enferma y marcharse después no creo que no estés de acuerdo en que no es razonable. Nos queda por ver si es cosa propia del cariño familiar. —Veámoslo. —Acaso tú, si sentías afecto hacia la niña, ¿hiciste bien marchándote y dejándola? ¿La madre no siente afecto por su hija? —Claro que lo siente. —Entonces, ¿debía dejarla también la madre o no debía dejarla? —No debía. —¿ Y la nodriza? ¿La quiere? —Sí que la quiere —dijo—. —¿ También ella debía dejarla? —De ningún modo. —¿ Y el pedagogo? ¿No la quiere? —Sí que la quiere. —¿ También él debía marcharse y dejarla, y que así la niña se quedara sola y sin ayuda por causa del gran afecto que le tenéis vosotros, sus padres, y los que la rodean, o que muriera en manos de quienes ni la quieren ni se preocupan? —¡Claro que no! —Entonces, lo que uno cree que es adecuado para sí mismo porque siente afecto, ¿no es injusto e irreflexivo no permitírselo a quienes igualmente sienten ese afecto?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.11.20-24
En este pasaje, Epicteto inicia con la historia de un hombre, que va a visitarle con una cuestión acerca de su hija y su bien-hacer. Considerando que quizá en aquel entonces la gente iba guiada en gran medida por sus preferidos, o por sus preferencias (como vara de Medir Moral, aunque en la actualidad también se hace bastante), el señor en cuestión, había dado de lado a su hija enferma durante unos días, hasta que recibió la noticia de su recuperación. El hombre va en busca de Epicteto para preguntarle si obró bien. Y Epicteto le responde de esta manera.
No deja de ser una historia algo rocambolesca, pero ejemplifica la idea que Epicteto quiere dar a continuación:
—Si nos hubiera parecido de otra manera, ¿qué otra cosa habríamos puesto en práctica sino nuestro parecer? Por tanto, ésa fue la razón del padecimiento de Aquiles, no la muerte de Patroclo —pues ningún otro padeció eso por la muerte de un compañero— sino que a él le pareció. Y la de que tú entonces huyeras, lo mismo: porque te pareció . Y, al revés, si te hubieras quedado, también: porque te habría parecido. Y ahora vas a Roma porque te parece. Y si cambias de parecer, no irás. Y, en pocas palabras, ni la muerte, ni el destierro, ni el sufrimiento ni ninguna de esas cosas son la razón de que hagamos algo o no lo hagamos, sino que lo son nuestras suposiciones y opiniones. ¿Te convenzo de ello o no?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.11.31-34
Ese «parecer» del que habla Epicteto, es en esencia el juicio o la Razón. Y es en este párrafo y gran medida a lo que apela el Estoicismo de raíz; es lo que nos parece, lo que dirige nuestras decisiones en la vida. Y si estos «pareceres» son motivados por indiferentes, luego lamentaremos los resultados de los mismos, si no son los esperados. De hecho hay que reconocer que ni siquiera son los indiferentes lo que nos motivan, sino nuestros juicios, nuestras opiniones, acerca de ellos. En resumen, nuestra Moral hacia lo externo, inútil.
—Tal y como son nuestras razones en cada cosa, así son los resultados. Por tanto, cuando hagamos algo inconveniente, a partir de ese día no echaremos la culpa a otra cosa más que a la opinión por la que lo hicimos, e intentaremos suprimir y extirpar eso más que los tumores y abscesos del cuerpo. Así también reconoceremos que eso mismo es la razón de lo que hacemos correctamente. Y no echaremos la culpa ni al siervo, ni al vecino, ni a la mujer ni a los hijos como responsables de los males que nos acontezcan, convencidos de que si no nos hubiera parecido de esa manera, no habríamos obrado en consecuencia. De lo que nos parece o no nos parece somos dueños nosotros, y no lo exterior. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.11.35-37
Y aquí finalmente, Epicteto se dirige hacia esa voluntad de alcanzar la Moral Vacía, a esa prioridad ingente de no juzgar por ningun motivo. Ese esfuerzo de no juzgar, como un esfuerzo de extirpar esos «juicios» como si fueran tumores o abscesos del cuerpo. Y en esa falta de juicio, Epicteto menciona, que no echaremos nunca en culpa nada de lo que nos ocurre. Porque toda opinión que nos hagamos sobre lo que nos ocurre (sea bueno o malo), forma parte de ese parecer; y de ese parecer, es de lo único que somos verdaderamente dueños en esta vida. Ese parecer simboliza en esencia, la Virtud Estoica, y a lo que muchos llaman Prudencia, otros llaman Sabiduría, y los Estoicos llaman Razón (o capacidad de asentimiento correcto).
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