También la vida es indiferente, pero su uso no es indiferente . No sea que os volváis negligentes cuando os diga alguien que también esto es indiferente , ni miserables y fascinados por la materia cuando alguien os exhorte a la atención. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.6.2
Esta es una de esas frases que haya leído hasta la fecha, desde un texto original, que mejor claro deja el concepto de los indiferentes del Estoicismo; y en la línea de lo que he venido comentando con anterioridad. Todo aquello fuera de la Razón, es considerado algo moralmente indiferente, pero esto no quiere decir, que debamos ser indiferentes ante ello. A continuación Epicteto propone un ejemplo:
—Vete y saluda a Fulano. ¿Cómo? Sin bajezas. Pero me han cerrado la puerta. Pues no he aprendido a entrar por la ventana, sino que cuando encuentro la puerta cerrada es fuerza que me retire o que entre por la ventana. —¡ Pero, háblale! Le hablo. ¿De qué modo? Sin bajezas. Pero no lo has conseguido. ¿Verdad que no era cosa tuya? No, sino de él. Entonces, ¿por qué te afanas por lo ajeno? Teniendo siempre presente qué es tuyo y qué ajeno, no te inquietarás. Por eso dice con razón Crisipo: «Mientras me parezcan inciertas las consecuencias sigo siempre lo más adecuado para conseguir lo acorde con la naturaleza. Pues la propia divinidad me hizo capaz de elegirlo . Y si supiera que ahora es mi destino enfermar, incluso me lanzaría a ello; pues también el pie, si tuviera seso, se lanzaría al barro». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.6.6-10
En este apartado, Epicteto sugiere, tal y como vimos a traves de los Kephalaia de Marco Aurelio que las personas y sus actitudes son moralmente indiferentes a nosotros; y por ello, no debemos sentirnos turbados ante la actitud ajena. Pero tal y como decía en el libro II, pasaje 1 de Meditaciones, «Es tratar a alguien de adversario el hecho de indignarse o apartarse de él«. Aquí la figura que propone Epicteto es muy sencilla: Trata bien a Fulano, independientemente, de tu pre-cognición o presunción de como te haya tratado él a ti. Porque el sentimiento que surge de ese pensamiento errático, de un buen o mal trato, es totalmente ajeno al albedrío.
Si la Fortuna quiso, que las cosas se dieran de una manera, es que tuvieron que darse así, y de hecho, has de complacerte en el hecho que así fueran: «La propia divinidad me hizo capaz de elegir, y si mi destino es enfermar, me lanzaría a ello».
Por ello, es importante ser consciente de la diferencia, entre algo moralmente indiferente y la indiferencia ante el deber de acorde a la naturaleza:
Acuérdate sólo de la distinción aquella de acuerdo con la cual se separa lo tuyo de lo que no es tuyo. No te afanes por cosa alguna de lo ajeno. La tribuna y la cárcel son cada una un lugar; el uno, elevado; el otro, humilde; pero el albedrío es igual. Si quieres conservarlo igual en cada uno de esos lugares, puede ser conservado. Y entonces seremos discípulos de Sócrates, cuando seamos capaces de escribir peanes en la cárcel. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.6.24-26
Un peán es un canto dirigido al Dios Apolo. En este pasaje que Epicteto trata de nuevo todo el tema de los indiferentes, y en estas últim líneas, vuelve a hacer hincapié en el hecho de que algunas situaciones son moralmente indiferentes, sea como vivir en medio del prestigio, o en el peor de lo sitios como es la cárcel. En cualquiera de los casos uno siempre ha de actuar y vivir conforme a la Naturaleza, a la Virtud o a la Razón, y no sea un motivo Teleológico o Deontológico la que nos invite a actuar contraria a ella.
Entonces, ¿qué nos lleva a nosotros a consultar los oráculos con tanta frecuencia? La cobardía, el temer que se cumplan las profecías. Por eso adulamos a los adivinos. —Señor, ¿heredaré a mi padre? —Veamos. Hagamos el sacrificio. —Sí, señor, según lo quiere la suerte. Y entonces, si dice: «Heredarás», le damos las gracias como si hubiéramos recibido la herencia de sus manos. Por eso ellos al final se burlan de nosotros. Entonces, ¿qué? Hemos de ir sin deseo ni rechazo, como pregunta el caminante a quien se encuentra cuál de los caminos le lleva, sin tener más deseo de que le lleve el de la derecha que el de la izquierda. Porque no quiere ir por uno de los dos, sino por el que le lleve. Así deberíamos también acercarnos a la divinidad como a un guía, igual que nos servimos de los ojos sin pedirles que nos muestren mejor tal y tal, sino aceptando las representaciones tal y como nos las muestran. Pero, en realidad, agarramos el ave temblorosos y le pedimos a la divinidad al invocarla: «¡ Señor, apiádate! Permíteme salir de ésta». Esclavo, ¿quieres alguna otra cosa más que lo mejor? ¿Hay algo mejor que lo que a la divinidad le parezca?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.6.24-26
En este breve pasaje, Epicteto trata específicamente sobre los Oráculos y su utilidad. Poniéndome en contexto, hay que tener presente un tema, que vine tratando bastantes semanas atrás; la necesidad de complacencia de argumentos de todos los discípulos que aparecían por algunas escuela filosóficas; daba lugar a tener que argumentar someramente, sobre prácticamente todos los temas aun resultando irrelevantes para el filósofo en cuestión.
A veces parece como los filósofos estoicos de antaño, parecieren como psicólogos cognitivos modernos: Teniendo que argumentar y establecer un marco siempre desde la postura del cliente (a eso es a lo que aludía en cuanto al Marketing se refiere en le pasado). Casos como el de Antístenes, que explícitamente indicaba Diogenes Laercio, que cobraba por sus clases y a aquellos que no pudieran pagarle, les alejaba con su bastón. Por otro lado en el caso de Epicteto no queda del todo claro, como recibía ingresos para su existencia. Se entiende que de igual modo, los discípulos eran quienes le daba el sustento, por ende, eran sus clientes, y se nota a través de los pasajes de los Discursos, como tiene que andar constantemente rindiendo tributo a los mismos manipulando sus enseñanzas para adecuar a las creencias del prójimo.
No es el caso por ejemplo de Diogenes de Sinope, que no rendía tributo a nadie, dado que vivía de una extraña beneficencia, y hacía halago de su más descortés parresia, criticando sin temor, a los Oráculos y los Dioses antiguos a partes iguales. Esto no se daba ni en Epicteto claramente, y ni seguramente en más antiguos como Zenón, Cleantes y Crisipo, los cuales ni siquiera hicieron carrera profesional/política y seguramente de la misma manera, vivían de sus discípulos al no ser personas acaudaladas como Musonio Rufo, Séneca o Marco Aurelio, y en gran medida creo que esto es lo que ha motivado hoy en día a crear «escuela religiosa» en base a las enseñanzas
Con esta pequeña introducción propongo dos críticas:
Ahora centrándome en el pasaje, Epicteto viene a decir que realmente da igual lo que vaya a ocurrir conforme a lo que trasmita el Oráculo. No tiene sentido alguno ir al Oráculo para adelantarse a los hechos, dado que las cosas no podrían pasar de otra manera. Teniendo este conocimiento simplemente podría servir «exploración personal» sobre el nivel de Prokopton. En este sentido parece que Epicteto encamina en esta línea: «Como una especie de prueba de fuego» de algo que vaya a pasar sin que haya pasado, y como puede servir para «entrenar» el correcto juicio. Si el Oráculo dice: «Va a ocurrir una grave catástrofe en tu familia» pensar: «Que ocurra algo en mi familia no esta dentro de mi razón y mi control, por ende no es ni bueno ni malo», sería un correcto asentimiento y por ende, habría conformado parte del ejercicio de la razón, y el Oráculo habría sido útil. Si por el contrario, tenemos «miedo» ante lo que nos pueda decir el Oráculo, eso significa, que tememos a la Fortuna, y en cierto grado nos daría una pista que todavía tenemos trabajo por delante en cuanto a las disciplinas del Prokopton se refiere.
Epicteto simplemente lo plantea para aquellos «creyentes» una prueba práctica para poder seguir ejercitando la disciplina de la acción. Pero aún así, me sigue pareciendo que tener que adaptarlo todo, es una falta de parresia y un tipo de pasión, miedo (phobos) intrínseco, por ende, y bajo mi punto de vista, es necesario que no lo rechace si así lo considera oportuno al margen de la opinión de los terceros.
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