Dícese que Crates, que era discípulo de Estilpón, de quien acabo de hablar, habiendo encontrado un joven que paseaba aisladamente, le preguntó qué hacía tan solo. «Hablo conmigo mismo,» le contestó; a lo que replicó Crates: «Cuida mucho de no encontrarte en mala compañía.». – Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, Libro I.10.1
Esta ocurrencia por parte de Crates el Cínico muestra la importancia de mantener constantemente una postura de correcta monitorización y atención en la consnciencia: Tener cuidado de no encontrarse en mala compañía estando solo como símbolo de cuidarse en no caer en el vicio como forma de mal asentimiento.
Como dato a tener en cuenta (y en el que Séneca ofrece el inciso), Crates fue discípulo de Estilpón de Megara, al mismo tiempo, Estilpón de Megara fue discípulo de Diógenes (y Crates también lo fue). Y simultáneamente precisamente Estilpón y Crates fueron ambos maestros de Zenón de Citio: Fundador del Estoicismo. Tanta simultaneidad por fuerza mayor, tuvo que producir una concurrencia en la línea de pensamiento, al menos, del estoicismo original. Algún día me gustaría tratar esta temática porque precisamente esta sucesión de maestros y discípulos pone en evidencia la relación que existía entre el Estoicismo, la escuela Megárica/Eleática y el Cinismo. Esa confluencia de filosofías en las que, salvo algunas peculiaridades en la Ética, los principios Lógicos eran prácticamente los mismos (e incluso en gran medida, alguno de los aspectos Físicos se compartían, como el hecho de entender la Razón/Logos como el Dios).
Saliéndome un poco de la temática para resaltar alguna de estas coincidencias, es posible observar como el estoicismo, pese a ofrecer pinceladas de la Física de Heráclito, no revierte como una filosofía panteísta al uso (en la que el Dios inmanente impregna todas las cosas). Es una filosofía, que plantea que en realidad el Dios Estoico es esa entidad, que igualmente impregna todo, pero especialmente impregna algunas cosas con «más intensidad» que otras; en común tienen los Eleáticos, con los Cínicos y los Estoicos, que precisamente los seres humanos están impregnados de ese Dios más que el resto por esa «exaltación» de la Razón/Libertad/Indiferencia como Virtud Única. ¿Cual es ese Dios del que varias veces he hablado ya? El Logos Universal, y en consecuencia cada uno de los Logos individuales que poseemos cada persona. Como decía, me he alejado un poco de la temática de la Epístola intencionalmente, porque no debo dejar de recordar que estas Epístolas a título particular me sirven como una reflexión/meditación en la que eventualmente tomo tiempo para interconectar varias partes de la filosofía cuando son mencionados ciertos aspectos por sus autores y que merecen reseña.
Acompañamos al que llora o al que se encuentra atemorizado, no sea que empleen mal la soledad, porque en estas circunstancias es cuando asaltan los malos pensamientos y se acarician proyectos perjudiciales para otro y para uno mismo; en estos casos se muestran las malas pasiones y brota al exterior todo lo que la venganza o el temor hacían tener oculto; en fin, en estos momentos es cuando la temeridad toma vuelo, se irrita la avidez y se caldea la cólera: el que se encuentra en esta situación goza de la única ventaja que encierra la soledad; la de no confiar nada a nadie ni tener ningún testigo, puesto que se descubre y hace traición a sí mismo. – Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, Libro I.10.2
La idea que expresa aquí, es que cuando una persona, todavía sin instruir en la práctica filosófica, se encuentra en la soledad consigo mismo, es cuando más se traiciona (de aquí precisamente surge el concepto de las obsesiones y/o neurosis). Y en cierto grado esto viene acompañando al planteamiento sobre los secretos que precisamente Séneca comentaba unas Epístolas atrás. Una de las propuestas que se hacen eventualmente entre las ideas de los estoicos más eminentes; como el hecho de vivir rindiendo cuentas constantemente, como si todos nuestros pensamientos, propuestas, e ideas estuvieras expuestas al público. En gran medida, vivir ausentes de secretos. Esta mentalidad, en cierto grado aun en la soledad, nos hace estar continuamente acompañados. Acompañados por unos ojos que nos observan: Los ojos de la recta razón (o el modelo a seguir, como veremos en la siguiente Epístola)
Para ilustrar esta idea, recuerdo un ejemplo que ponía un japonés, Yokoi Kenji, cuando a la hora de pasar un semáforo en la soledad en medio de la noche, preguntaba al conductor: «¿Por qué no pasas el semáforo en rojo, si no te ve nadie, nadie te va a poner una multa? Y el japonés respondía: Porque me ve la persona más importante: Yo mismo. Esta única doctrina moral y ética es precisamente la que se valora desde el estoicismo: La excelencia de carácter no tiene nada que ver con lo externo, con el hecho de «esta mal pasar en los semáforos en rojos y bien cuando está en verde», sino en como nos reflejamos internamente a través de los sucesos que nos rodean en base a nuestro conocimiento verdadero (nuestro episteme). Y dice así: «La integridad habla de lo que yo hago aunque nadie me este viendo«.
Y precisamente aquí Séneca recuerda que en la soledad es cuando uno también ha de tener más cuidado porque es el momento en el que el Vicio o la Virtud afloran, al estar más expuesto a tratar uno mismo en exclusividad. Por mi experiencia debo reconocer que esto es totalmente cierto y que como práctica y enseñanza es algo fundamental tenerlo presente
Cuida, pues, de que no haya que decirte: vive con los hombres como si Dios te mirase; habla con Dios como si los hombres te oyesen. – Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, Libro I.10.5
Para terminar, comentar que la mayoría de los estoicos aceptaban plegarias, pero evidentemente plegarias (como peticiones de una necesidad) que se pudieran cumplir forzosamente. ¿Qué clase de plegarias son de esta índole? Aquellas que permitan alcanzar mayor grado de libertad, mayor grado de imperturbabilidad, de vivir de acorde a la Razón, de sociabilidad, gratitud, serenidad… No esta clase de plegarias de «Ojalá me asciendan a director de departamento» u «ojalá me vaya bien el nuevo puesto». Por eso Séneca en una simple frase recuerda esto de una manera muy sencilla y en la misma línea que lo anterior: «Habla con Dios como si cualquiera oyese tus plegarias».
Nadie se corrige de esto por costumbre ni por arte; la naturaleza quiere dar a conocer su poder, y recuerda a los más robustos lo que tienen más débil. A estas debilidades pertenece el rubor, que sorprende también a los varones más graves. – Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, Libro I.11.2-3
En este apartado, es importante en primer instancia señalar que la temática del mismo es: «Que nos aporta la sabiduría estoica, para poder lidiar con las pasiones (con los vicios)».
Al inicio, Séneca pretende mostrar la diferencia que existe entre propathos y pathos, con varios ejemplos. La diferencia entre una reacción instintiva, como puede ser el rubor de empezar una exposición en público, con respecto a una pasión como podría ser derivada del miedo a hablar en público. Aquí expresa, como hasta las personas aparentemente más dotadas de habilidades, o incluso firmes y/o imponentes desde fuera, a la hora de ejercitar ciertas acciones intimidantes (como hablar en público), al inicio de sus palabras, es posible detectarles cierto grado de malestar o vergüenza pasajera que queda superada con el tiempo. Esta primera reacción es común, y saber reconocerla es parte de esa sabiduría necesaria, para poder a continuación afrontar el mal que acecha por causa de la pasión subsecuente. Un mal asentimiento, como por ejemplo decirse a uno mismo: «es importante que hable bien en público para no hacer el ridículo y que mi reconocimiento general no sea mermado», hace referencia a un bien externo y por ende desencadena una reacción pasional. Pero el simple hecho de salir a hablar en público, y antes de poder ejercer el primer asentimiento en condiciones, es completamente normal, que la primera reacción sea de alerta, o malestar por no haber sido todavía, capaz de interpretar la situación a la que nos atenemos con esmero
Los cómicos, que imitan todas las pasiones, que expresan el temor y el terror, que representan la tristeza, se sirven de estos signos para expresar la vergüenza: inclinan la cabeza, debilitan la voz, fijan los ojos en el suelo, y sin embargo no se ruborizan, porque esto no puede provocarse ni impedirse. La sabiduría no puede permitir ni impedir nada contra este género de males, que son independientes y vienen y se retiran por sí mismos. – Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, Libro I.11.7
Otro gran ejemplo para ilustrar esta idea: Los actores, son capaces de representar cualquier pasión. Dado que incluso, un buen actor podría ejercer voluntariamente un mal asentimiento para invocarla. Pero una cosa que es totalmente cierta e inequívoca: Es totalmente imposible fingir una reacción instintiva. Es imposible fingir y ruborizarse, así como es imposible fingir la sensación que provoca un susto repentino. Pero si es posible fingir la vergüenza y el miedo. Son buenos ejemplos para dejar claro que el sabio estoico, no es aquel completamente ausente de emoción, sino aquel que está completamente ausente de pasión. A veces el concepto pasión y emoción en general, se confunde con facilidad.
«Es necesario proponernos como modelo algún hombre honrado y tenerlo constantemente delante de los ojos, a fin de vivir como si estuviese presente y hacerlo todo como si nos contemplase.» Esto recomienda Epicuro, querido Lucilio; con razón nos ha dado el pedagogo y este observador, porque no se realizarían malas acciones si se tuviese un testigo cuando van a ejecutarse. – Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, Libro I.11.8-9
Para terminar, dejando a un lado la temática de la Epístola, Séneca la termina, en la misma linea que el resto, citando a un autor; en este caso de nuevo a Epicuro. Una de las cuestiones más comunes del estoicismo, y que se suele conocer tan pronto uno se inicia, es que nos sea sugerido como práctica, reflejarse en un modelo a seguir. Esto realmente no es una práctica específica entre los estoicos. Y pese a que ya vimos, que Epicteto mencionaba regularmente a Diógenes de Sinope y Sócrates como modelos de sabios estoicos, y Marco Aurelio también plantea eventualmente el hecho de tener siempre en mente a un modelo entre los muchos que posiblemente relata en el primer libro de sus Meditaciones, fue claramente Séneca quien introdujo esta práctica y no precisamente en boca de algún estoico anterior, sino a través de la propuesta Epicúrea
Proponte a Catón, y si te parece demasiado austero, toma a Lelio, que es carácter más dulce; elige en fin aquel cuya vida y discursos te hayan agradado más. – Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, Libro I.11.10
En la misma linea del anterior fragmento, es algo muy conocido, el hecho de que Catón el Joven, fue principalmente el modelo de referencia de Séneca. También habla de Lelio, y creo que se refiere a Cayo Lelio, de la misma época Catón el Joven, amigo de Escipión Emiliano, los cuales ambos, guardaron gran relación con los estoicos (más específicamente con Panecio, como uno de los principales representantes del estoicismo en Roma durante la etapa del Estoicismo medio). Como nota histórica adicional, no confundir a Escipión Emiliano, con Publio Cornelio Escipión El Africano el cual fue el que ayudo a introducir el estoicismo en el imperio Romano a través de Diógenes de Babilonia, y de la época del bisabuelo de Catón el Joven, Catón el Viejo. Los nombres al ser tan parecidos, se entremezclan bastante como en el caso de los dos Catones y los dos Escipiones.
No se exactamente las «propiedades» estoicas que poseía Lelio, pero queda en evidencia, que los referentes de Séneca, estaban ampliamente orientados a la vertiente normativista y moralista de la filosofía, no tanto a la necesidad forzosa de excelencia de carácter a través de la Razón exclusiva. Si hablamos de Catón, hablamos de un modelo que ensalza las Virtudes Cardinales, y no la Virtud Única necesariamente (como podríamos haber visto en un Crates o en un Diógenes de Sinope). Estas pequeñas diferencias, hacen, bajo mi punto de vista, que claramente se divisen varios estoicismos en el horizonte.
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