Cuando alguien ocupa en la vida la posición que debe, no aspira a otra cosa. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.21.1
Este pasaje trata sobre aquellas personas que desean ser admirados. Este hecho, como ya se sabe, es para los estoicos, un preferido indiferente bastante significativo; es por ello por lo que Epicteto comienza con esta frase. El hecho que la mayor parte de las aspiraciones en la vida, no suelen ser relativas a la evolución o al crecimiento personal, sino al reconocimiento. ¿Que sentido tiene, por ejemplo, para un para un cirujano, un desarrollador de programas informáticos o para un comercial, alcanzar el estatus de responsable de departamento, jefe de medicina, jefe de proyectos? ¿Acaso un gran trabajador en estas areas no puede avanzar acorde a su habilidad y sus conocimientos manteniéndose en su area? Aquel que ocupa en la vida la posición que debe, no debería aspirar a otra cosa. Pero en esta vida se nos enseña que la mayoría debería intentar aspirar al puesto más alto, cuando en realidad, deberíamos a aspirar a alcanzar el máximo grado de evolución o la máxima maestría (que no es lo mismo)
—Quería que me admiraran los que me salieran al paso y que me siguieran gritando: «¡ Oh, qué gran filósofo!» —¿ Quiénes son esos por los que quieres ser admirado? ¿No serán aquellos de quienes sueles decir que están locos? ¿Qué? ¿Quieres ser admirado por los locos?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.21.3-4
Aquí Epicteto trata con una persona, la cual pensaba que habiendo alcanzado un gran nivel en la filosofía, la gente acudiría a él, ofreciéndole el reconocimiento que se «merecía». Epicteto se burla de esta persona, refutándole el sentido tiene ser admirado por aquellas personas que juzgaba de ignorantes. El reconocimiento y la fama son ejemplos, de indiferentes que suelen eclipsar el asentimiento en personas no preparadas adecuadamente en la Ética de la Virtud. Hay veces que es mejor dejar a un lado algunos preferidos (en algunos momentos de nuestra vida), si realmente deseamos progresar hacia la Virtud.
Las presunciones son comunes a todos los hombres. Y una presunción no contradice a otra. ¿Quién de nosotros no sostiene que el bien es conveniente y que hay que preferirlo y que hay que ir en su busca y perseguirlo en toda circunstancia ? ¿Quién de nosotros no sostiene que lo justo es hermoso y conveniente? Entonces, ¿cuándo surge la contradicción ? Surge en relación con la adecuación de las presunciones a los objetos particulares, cuando uno dice: «Hizo bien, es un valiente». «No, sino un insensato». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.22.1-2
Este pasaje me ha parecido significativamente interesante, dado que trata sobre el aspecto de la Moral Vacía que lleva inconcluso desde unos días atrás. Aquí se trata del concepto de presunción, y existen dos acepciones de la presunción; una de las cuales, que tomaré para el siguiente caso, y que según la Real Academia Española significa:
Consideración o aceptación de una cosa como verdadera o real a partir de ciertas señales o indicios, sin tener certeza completa de ello
Nótese que me gusta usar las definiciones exactas a veces, para tener un marco común de entendimiento (normativismo al final de cuentas). Generalmente vivimos inmersos en presunciones por el hecho de que es virtualmente imposible disponer de certeza absolutamente de todo. Pero las presunciones pueden ser tanto positivas como negativas, y esto provoca implícitamente una Moral Externa que evidentemente impacta directamente contra el aspecto más áspero del mal: El Vicio. Si tenemos que tomar una decisión en base a un acontecimiento sobre el cual no disponemos de absoluta certeza, debemos presumir algo y por ello, quizá tomar una decisión imprudente o audaz. Muchas veces no podemos esperar a tener toda la información. Y esto no tiene porque estar ni bien ni mal visto externamente; siempre y cuando exista una razón en la toma de la decisión, al margen de dicha presunción.
Por tanto, ¿en qué consiste la educación? En aprender a adecuar las presunciones naturales a los objetos en particular según la naturaleza y, además, a distinguir que , de lo existente, unas cosas dependen de nosotros y otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen el albedrío y todas las acciones del albedrío; no dependen de nosotros el cuerpo, las partes del cuerpo, la hacienda, los padres, los hermanos, los hijos, la patria y, sencillamente, quienes nos acompañan. Entonces, ¿dónde pondremos el bien? ¿Con qué objeto particular lo relacionaremos? Con lo que depende de nosotros. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.22.9-11
Como decía antes, uno pueden tomar una decisión en base a una presunción, pero evidentemente el resultado ha de ser totalmente indiferente. Porque al tomar esa decisión, realmente debemos tomarla desde nuestro propio albedrío, desde lo único que realmente depende de nosotros, no asociando las connotaciones positivas o negativas que vemos en dicha presunción. Aquí Epicteto vuelve a recordar la Dicotomía del Control: ¿Donde pondremos el bien? ¿Es acaso bueno o malo que dicha persona actuara de manera valiente o cobarde con respecto a algo, a la hora de tomar nosotros nuestra propia decisión? Esto es completamente irrelevante, y tenemos que tenerlo presente. Nosotros solo actuamos bien, si actuamos desde la razón, y actuamos mal, si actuamos desde el vicio (por ejemplo, si actuamos con la necesidad de que algo deba cumplirse, o que debamos disponer de algo en consecuencia). Pero generalmente nosotros juzgaremos bueno, el acto valiente, actuaremos bajo el vicio (con una expectativa, por ejemplo) y esperaremos viciosamente (sumidos en la pasión, en la emoción), la consecuencia o el resultado
Todo originalmente a partir de una presunción, que para empeorar las cosas, como indicaba la RAE, no teníamos certeza alguna de ello.
Cambiemos de localización el bien y pongámoslo en estas cosas: ¿Es admisible que sea feliz alguien que sufre perjuicios y carece de bienes? No es admisible. ¿Y que tenga un trato como se debe con los compañeros? ¿Cómo va a ser admisible? Porque yo por naturaleza me intereso por lo que me conviene. Si me conviene tener un campo, me conviene también arrebatárselo al prójimo. Si me conviene tener un manto, me conviene también robárselo a alguien en el baño. De ahí vienen las guerras, las revoluciones, las tiranías, las conspiraciones. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.22.13-14
Por ello, al entender como operan las presunciones (la Moral Externa), podemos entender como operan las personas: Movidas por la pasión que provoca la reacción ante los indiferentes. De ahí, los conflictos bélicos movidos por la ira, las tiranías, movidos por el odio, las revoluciones, movidas por la necesidad, entre otros males patológicos que acaban afectando a toda una sociedad en conjunto.
Entonces, ¿qué haremos? Ésta es la búsqueda del que verdaderamente filosofa y sufre: «En realidad, no veo qué es el bien y el mal: ¿no me estoy volviendo loco?» Sí; pero si pongo el bien en lo otro, en lo del albedrío, se reirán todos de mí . Vendrá un anciano canoso con un montón de anillos de oro y después, sacudiendo la cabeza, me dirá: «Escúchame, hijo: en efecto, hay que filosofar, pero también hay que tener cabeza: eso son bobadas. Tú de los filósofos aprendes el silogismo; pero lo que tienes que hacer, mejor lo sabes tú que los filósofos». Hombre , ¿por qué me haces reproches, si lo sé? ¿Qué le voy a decir a este esclavo? Si me callo, revienta. Habrá que decirle aquello de «Perdóname como a los enamorados: no soy dueño de mí, estoy loco». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.22.17-20
Para terminar este apartado, Epicteto pone una nota de sátira en este apartado: La gente vendrá y te dirá, estás loco por pensar en esto, ¿Como es posible privarse del disfrute? ¿Como es posible privarse de sentirse feliz, al ganar la gran final del campeonato? ¿Como no es posible ansiar grandes riquezas o gran reconocimiento? ¿No ves lo felices que se ven aquellos que lo poseen?
¿Como puede nuestra mente razonar contra-intuitivamente con estos planteamientos? ¿No llevamos acaso toda la vida pensando así? Y responde Epicteto así: «Perdóname como a los enamorados: no soy dueño de mí, estoy loco«. ¿Qué le voy a decir a este esclavo que no se da cuenta de la esclavitud a la que anda sometido en su vida por la diosa Fortuna?
Mas, aun sabiendo eso, se atreve a decir : «No carguemos con hijos». Pero la oveja no abandona a su cría, ni el lobo, ¿y va a abandonarla el hombre? ¿Qué pretendes, que seamos simples como ovejas? Ni ellas las abandonan. ¿Que seamos feroces como los lobos? Tampoco ellos las abandonan. ¡Vamos! ¿Quién va a hacerte caso cuando vea llorando a su hijo que se ha caído al suelo? A mí me parece que tu padre y tu madre no te habrían abandonado ni aunque hubieran sabido por un adivino que ibas a decir esto. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.23.7-10
Este es un muy breve pasaje en el que Epicteto critica duramente a Epicuro de Samos y al Epicureanismo. Como venía comentando hace unos días, uno de los aspectos que diferencia el Estoicismo de otras filosofías como el Cinismo y el Epicureanismo, es que los Estoicos no se alejan de los «deberes» sociales para alcanzar la indiferencia. Estos deberes incluyen la familia, el deber como ciudadano, el desarrollo de una magistratura o un oficio, etc… En cambio el Epicureanismo desprecia todo esto y se aleja de ello; plantea el hecho de que no son necesidades fundamentales por ende es mejor apartarlas para alcanzar la Eudaimonia.
Pero es por esta causa por la que Epicteto plantea. ¿Como es posible desarrollar una sociedad si sus componentes rechazan los componentes básicos para su evolución? Evidentemente ataca al aspecto más fundamental de esta evolución: El hecho de procrear y tener hijos. Considera el Epicureanismo una posición excesivamente egoísta en cuanto a esto, y se burla de Epicuro insinuando que ni sus propios padres le hubieran abandonado aun sabiendo que iba a ser tan «descastado». Este tipo de críticas, se dan a lo largo de las disertaciones, hacia todo tipo de escuelas filosóficas, entre las que también se encontraban los Académicos como apareció en su día.
Antes que tú había sido enviado como espía Diógenes, pero nos trajo otras noticias: dice que la muerte no es un mal, pues no es cosa vergonzosa; dice que la mala reputación es un barullo de hombres enloquecidos. ¡Qué cosas dijo este espía sobre el trabajo, sobre el placer, sobre la pobreza! Dice que estar desnudo vale más que cualquier vestido de púrpura. Dice que dormir en el suelo sin mantas es el más blando lecho. Y ofrece como prueba de estas afirmaciones su propio coraje, su imperturbabilidad, su libertad e incluso su pobre cuerpo reluciente y enjuto. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.24.6-8
Para entrar en contexto, en este pasaje Epicteto trata sobre aquellas circunstancias que nos parecen difíciles, e introduce al ilustre cínico Diogenes de Sinope, para ilustrar su idea. En este caso, comenta que Diogenes al librarse de todos los indiferentes, también esto le proporcionaría gran grado de libertad e imperturbabilidad, para poder realizar cualquier acción de su conveniencia. Existe una clara relación entre la libertad de decisión y de acción, ergo, el libre albedrío, y la libertad de elección pero no de decisión.
Uno de los grandes ejemplos de esto, es la Parresía, y es por ello que los cínicos la cultivaron tanto y los Estoicos, aunque no existe clara documentación al respecto, bajo mi punto de vista, al ir leyendo a través de la lineas de Epicteto (y como parece que se comportaba con todo el mundo) se podría llegar a sobreentender.
Pero lo más importante: recuerda que la puerta está abierta. No seas más cobarde que los niños, sino que igual que ellos cuando algo no les gusta dicen: «Ya no juego», tú también, cuando te parezca que las cosas están de esa manera, di «ya no juego» y márchate; pero si te quedas, no te quejes. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro I.24.20
No es lo mismo poder elegir que decidir, que poder decidir que elegir. Uno puede elegir comprar una gran casa y hacer uso y disfrute de la misma, pero para haber llegado hasta ahí, haber tenido que reprimir todos sus pensamientos ante una escena falta de razón, en una vida de esclavitud irracional. Una persona puede estar en la cárcel, pero seguir aun así siendo libre y decidiendo lo que más razonablemente le conviene, y habiendo llegado ahí desde una posición racional. ¿Es acaso libertad, tener la posibilidad de comprar uno lo que desee? ¿O es la verdadera libertad, poder decidir no requerir comprar lo que uno desea?
Finalmente en este último apartado, Epicteto como suele siendo costumbre, suele tirar de ironía; cuando uno piensa que las cosas no son como a uno le gustarían, puede razonablemente decidir irse, pero si uno se queda (es decir, que decide razonablemente que no abandona su posición), entonces quejarse es no aceptar convenientemente que las cosas son como han de ser y se produce ese Vicio. Y este hecho, va completamente en contra de la Naturaleza Estoica (en general de la naturaleza según esta previsto por la filosofía, o lo que es lo mismo, contra la propia razón). He ahí el poder de la verdadera razón, que enlaza con aquella entrada que escribía hace unas semanas, acerca de la Virtud Justiciera
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