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Estoicismo – Meditaciones Estoicas 20 siglos después.

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Epicteto. Disertaciones con Arriano. Libro II. Pasajes XVII-XVIII [CITA ESTOICA] [DIA 91]

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro II – Pasaje XVII

¿Cuál es la primera tarea de quien filosofa? Expulsar la opinión injustificada. Pues es imposible empezar a aprender lo que uno cree saberse. Todos vamos a los filósofos hablando arriba y abajo de lo que ha de hacerse y lo que no ha de hacerse y de lo bueno y de lo malo y de lo hermoso y de lo feo, alabando, criticando, reprochando, censurando por ello, juzgando y distinguiendo entre prácticas honestas y viles. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.17.3-5

Este pasaje trata especialmente sobre las presunciones y sobre la Moral de las cosas externas. Aquí Epicteto introduce la escena, comentando sobre como los filósofos de otras escuelas parece que, en la posesión del pleno conocimiento, son capaces de juzgar aquello que es lo correcto y lo incorrecto; discernir lo bueno de lo malo, en base a las presunciones. Aquello que a nosotros debe parecernos. Aquí se engloban, ejemplos del tipo: «Comer mucho es bueno», «El ayuno es lo mejor», como dando lecciones de que es lo justo comedido, lo adecuado,…

Porque, di eso mismo también a los médicos: «¿ Quién de nosotros no ha llamado a algo sano o insano antes de nacer Hipócrates?» ¿O hacíamos sonar esas palabras vanamente ? [9] Y es que tenemos cierta presunción de lo sano, pero no somos capaces de aplicarla. Por eso uno dice «ayuna»; otro, «dale alimento»; y uno dice «sángrate», y otro, «ponte ventosas». ¿Cuál es la causa? ¿Qué otra cosa sino que no se sabe aplicar correctamente la presunción de lo sano a los casos particulares?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.17.8-9

Y aquí pone un ejemplo más especifico, en cuanto al (des-)conocimiento de medicina, antes de la llegada de Hipócrates. Antes de su llegada, la cultura popular establecida, que las enfermedades eran castigos divinos, y fue con él, cuando se asentó el concepto de pensar, que las enfermedades eran sucesos naturales, y por ende podrían ser investigados y llegar a una resolución. Todos tenían presunciones, sin aplicar lógica alguna de lo que debía hacerse para remediar el mal y lo que no, más alla de pura superstición y sacrificio. Todo en base a una experiencia y una cultura dada que no tenía porque basarse en cogniciones o conocimiento real.

Aquí se encontraba, para los estoicos la diferencia entre pre-cognición y cognición. La diferencia entre phantasia y episteme. Pre-Cognición, o presunción, es algo que un cree pero de lo que no se esta seguro, principalmente porque no existe una impresión adecuada asociada a la misma. Al uno no estar seguro de algo, no puede emitir un juicio de valor ante ese hecho. «Creo que esa persona es mala porque me lo ha dicho Fulano». Es posible emitir juicios de valor sobre lo que desconocemos, porque no se aplica lógica alguna, más alla de la creencia y la presunción. Esto desde el punto de vista del estoicismo, es lo que se conoce como Vicio o asentimiento erróneo y es lo que lidera a una emoción.

Por otro lado, si seguimos el proceso de la epistemología estoica, una vez que hemos asentido ante una impresión correcta, es cuando empieza a formarse el conocimiento verdadero, o Episteme. Si sacamos la cabeza por la ventana y vemos el sol fuera, podemos asentir que es de día. Y sabemos cuando es de día y cuando es de noche, gracias al conocimiento real. No es una presunción. Epicteto quiere dejar claro constantemente esto y critica lo contrario (por ejemplo la visión de los Académicos de incesante duda ante todo).

Pero ponlos en manos de Zeus, de los demás dioses; entrégaselos a ellos, que los gobiernen ellos, que se alineen con ellos. ¿Y cómo seguirás incómodo? Pero si sientes envidia, desgraciado, y compasión y rivalidad y temor y no dejas pasar un solo día en el que no te lamentes para tus adentros y ante los dioses, ¿a qué sigues diciendo que has recibido una instrucción? ¿Qué instrucción, hombre? ¿Porque has hecho silogismos y argumentos equívocos ? ¿No quieres desaprender, si es posible, todo eso y empezar desde el principio a comprender que hasta ahora ni siquiera has rozado el asunto? Y luego, empezando por ahí, construir las consecuencias: que nada sucederá sin que tú quieras, ni nada dejará de suceder. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.17.25-28

Aquí Epicteto, insta al aprendizaje de la figura Estoica, casi exclusivamente a traves de la práctica. Pone en duda el aprendizaje realizado previamente a ello. Cuando habla de «poner en manos de Zeus», se refiere a aquello que no depende del albedrío, a lo externo. Dejar lo externo al Determinismo, a la ausencia de control, y centrarse uno en la práctica de lo que verdaderamente esta bajo nuestro control: El correcto asentimiento y el control de la Razón

«¡ Escribes estupendamente, hombre!» y «¡ Tú magníficamente, en el estilo de Jenofonte!» «¡ Tú en el de Platón!» «¡ Tú en el de Antístenes!» Así, contándoos sueños unos a otros, volvéis otra vez a lo mismo: deseáis de la misma manera, rechazáis de la misma manera, tenéis impulsos, proyectos, propósitos semejantes, pedís lo mismo, os afanáis por lo mismo. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.17.36

Y como suele ser habitual, Epicteto critica a aquellos que se deleitan en lo escrito, en la teoría, y no ponen la atención en lo verdaderamente importante, y es en la demostración a traves de sus actos, en la práctica. Destaca como aquel que escribe, se regocija en sus impulsos, en sus pretensiones y en sus expectativas. En definitiva, afanados en los preferidos indiferentes, predican una filosofía pero no viven de acorde a sus principios

Así que hay que ir a la reflexión rechazando, como digo, esta opinión injustificada de creer que sabemos algo útil, igual que nos acercamos a la geometría, igual que a la música. Si no, ni siquiera estaremos cerca de progresar, aunque pasemos por todas las introducciones y tratados de Crisipo junto con los de Antípatro y Arquedemo. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.17.39-40

Por eso insiste constantemente, en disponer de cierto grado de modestia cuando uno trata de la filosofía estoica. Creer que sabemos todo, cuando luego a traves de nuestros actos, demostramos nuestra mayor ignorancia. Y como dice: «Aunque hayamos leído todos los libros estoicos conocidos, de Crisipo, Antípatro y Arquedemo (tres estoicos de los que no se conserva prácticamente nada, aunque creo que de Crisipo ha aparecido algo en las ruinas de Herculano, pero nada completo, solo pasajes sueltos en manuscritos), uno no debe considerarse estoico».

Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro II – Pasaje XVIII

Todo hábito y facultad se mantiene y acrecienta por medio de las acciones correspondientes: la de pasear, por medio del paseo; la de correr, por medio de la carrera. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.18.1

Un pasaje hablando prácticamente en exclusiva de la práctica Estoica. Aquí introductoriamente, empieza indicando la necesidad de adquirir un buen habito a través de la práctica y proponiendo los respectivos casos de los efectos de la habituación a travós de la misma.

Por tanto, en general, si quieres hacer algo, hazlo habitualmente. Si quieres dejar de hacer algo, no lo hagas, pero acostúmbrate a hacer otra cosa en lugar de aquélla. Así pasa también con lo anímico. Cuando te irrites, date cuenta de que no sólo te ha pasado esa cosa mala, sino que además has acrecentado el hábito y que es como haber echado broza al fuego. Cuando cedas a la relación amorosa con alguien, no la consideres una sola derrota, sino que además has alimentado tu incontinencia , la has acrecentado. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.18.4-6

Ahora pone el correspondiente ejemplo, relativo a la parte más estoica o filosófica del correcto uso de la Razón. Si uno se enfada por algo malo, uno ha de darse cuenta que no solo ha pasado un evento vicioso (la pasión de la ira motivada por algo externo), sino que hemos incrementado ese hábito por haber asentido incorrectamente. Hemos acrecentado el habito del incorrecto asentimiento. Esto en gran medida es una forma de expresa la práctica de la Examinación de impresiones. Lo mismo plantea con el ejemplo de la incontinencia. Dejarse llevar por la pasión y el deseo sexual sin control racional, también es percibido como un vicio, que encaja dentro de la lógica del incorrecto asentimiento.

Esto es discutible pero en esencia, el estoico lo engloba todo dentro de un mismo paradigma: Si no te puedes controlar en el asentimiento ante un bien, tampoco podrás controlarte ante un mal; por consiguiente, como ya sabemos que las emociones nacen fruto de un juicio incorrecto, tampoco podrás controlar esa emoción negativa fruto del asentimiento ante un mal externo, cuando pases por alto el incorrecto asentimiento ante un bien externo. Y es justamente por esto, por lo que los pensamientos positivos son igual de malos (viciosos) que los pensamientos negativos.

Así dicen los filósofos que también, sin duda, se van incubando las debilidades. Pues con una sola vez que ansíes el dinero, si se aplica la razón para traer la percepción del mal, cesa el ansia y nuestro regente se restablece en su posición primera. Si no empleas nada para el remedio, ya no vuelve a ser lo mismo, sino que, excitado de nuevo por la representación correspondiente, más rápidamente que antes se enciende hacia el deseo. Y si esto sucede con frecuencia, después se enquista, y la debilidad afianza la avaricia. Pues el que ha tenido fiebre, luego , cuando cesa, ya no está igual que antes de padecerla, a menos que se cure del todo. Algo así sucede también en los padecimientos del alma. Quedan en ella ciertas huellas y cicatrices que, si nadie las borra bien, al ser azotado de nuevo en las mismas, ya no se hacen cicatrices, sino llagas. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.18.8-11

Otro ejemplo, esta vez aplicado al dinero. Muchas veces es importante incidir en el caso extremo, porque es justamente en las «excepciones» donde se encuentra la regla. Muchas veces cuando se tratan los temas de la emoción, solo se aplican a lo «malo» o lo rechazado. Pero como ya sabemos, para los estoicos la moral es vacía. Lo único bueno es la Razón. A uno le gustaría que no le afectase la muerte de su familia, la pérdida de todo su dinero, la enfermedad grave o la burla de toda su comunidad. Todos «males» que generan emociones negativas de diferente índole. Y al mismo tiempo uno querría, que sin que le afectase todo eso malo, si le afectase lo «bueno»: El placer de comer comida deliciosa, el deleite sexual, el goce de ganar ingentes cantidades de dinero, el reconocimiento de los aplausos de la gente ante una acción provechosa, o el éxito al ganar un campeonato. Y que todas esas emociones «buenas» fluyan por nuestro cuerpo y podamos gozarlas y disfrutarlas exclusivamente.

Por eso la imagen que muchos proyectan de una vida feliz es, literalmente lo que proponían los Hedonistas: Todo bueno, nada malo. La búsqueda de placer incondicional como meta en la vida. Pero los Estoicos se dieron cuenta que las emociones buenas convivían con las emociones malas. Uno no podía despojarse de unas sin despojarse de otras. Uno no podía alimentar unas sin alimentar las otras. Según la lógica estoica, las emociones proceden del mismo sitio, y uno ha de extirparlas al completo, para alcanzar un estado de paz mental o Eudaimonia. Y esto es precisamente lo que hace que esta filosofía no gane muchos adeptos. La mayor parte de las personas, no desean despojarse de esas «emociones buenas» que tienen tan fuertemente asociadas a la felicidad, y resultan parecer una motivación suficiente para seguir viviendo.

En el caso de los Estoicos las emociones no son motor motivacional para la vida. Sino justamente lo contrario: La Razón es lo que debe ser el motor motivacional para la vida.

Así que, si no quieres ser iracundo, no alimentes tu costumbre, no pongas en ella nada que la haga crecer. Manténte tranquilo el primer día y cuenta los días que no te enfadaste. «Solía irritarme a diario; ahora, un día sí y otro no». (Luego cada tres días, cada cuatro). Si lo dejas durante treinta, ofrece un sacrificio a la divinidad. Pues la costumbre al principio se debilita, y, luego, incluso desaparece por completo. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.18.12-13

Por ello, si uno no quiere sentir la emoción, uno debe ejercitarse en ello, de manera consciente, en la Razón. Y contar los días que pasaron habiendo tenido éxito en este ejercicio del correcto asentimiento.

 Si opones esto, vencerás a la representación, no serás arrastrado por ella. Lo primero , no te dejes arrebatar por su intensidad , sino di: «Espérame un poco, representación; deja que vea quién eres y de qué tratas, deja que te ponga a prueba». Y después, no la dejes avanzar pintándote lo que sigue. Si no, te retendrá e irá adonde quiera; por el contrario, más bien introduce tú a tu vez alguna otra representación bella y noble y expulsa la inmunda. Y si te acostumbras a ejercitarte de este modo , verás qué hombros se te ponen, qué tendones, qué vigor; ahora sólo argumentitos y nada más. Ése es el que de verdad se ejercita, el que se entrena para enfrentarse a esas representaciones. ¡Aguanta, desdichado! ¡No te dejes llevar! La lucha es grande; la obra, divina: por un reino, por la libertad, por la felicidad, por la imperturbabilidad. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.18.23-28

Las representaciones (presunciones, pre-cogniciones con un juicio de valor asociado), es lo que nos llevan a la emoción. Aquí Epicteto plantea una especie de suspensión de juicio al estilo escéptico. En este caso, lo que Epicteto propone es cuando de pronto emitimos un juicio ante una impresión, en vez de asentir y dejarnos llevar por la pasión, lo correcto es sustituir dicho juicio por un Mneme «bello», con las correctas palabras, invocando a la Razón, con el que comentaba ayer. Este es un ejemplo de entrenamiento para enfrentarse debidamente a las representaciones inadecuadas, según el estoicismo.

Dice al final: «No te rindas, aguanta y sigue para conseguir el fin, la impertubabilidad o Eudaimonia»

Pero si, derrotado  una sola vez, dices que más adelante vencerás, y luego otra vez lo mismo, sábete que entonces estarás tan mal y tan débil que ni te darás cuenta de que fallas, sino que incluso empezarás a buscarte excusas por ese asunto; y entonces confirmarás que es verdad lo de Hesíodo: que el hombre irresoluto lucha siempre con calamidades. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.18.31-32

Y aquí acaba el pasaje, sugiriendo que si uno va posponiendo la correcta ejecución, entonces al final, uno no debería aquejar de los males que le suceden en la vida: Al final y en el fondo habría que reconocer, que no estaríamos haciendo nada para remediarlo.

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