Epicteto. Disertaciones con Arriano. Libro II. Pasajes XXIII [CITA ESTOICA] [DIA 95]
Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro II – Pasaje XXIII
Sino que han sido dispuestas como ayudantes y siervas de la capacidad de servirse de las representaciones. Y si preguntas cuál es el valor de cada una, ¿a quién preguntas? ¿Quién te responde? ¿Cómo es posible que alguna otra facultad sea superior a ésta, que incluso se sirve de las demás como ayudantes y ella misma las pone a prueba y las pone de relieve? ¿Cuál de aquéllas sabe quién es ella misma y cuánto vale? ¿Cuál de aquéllas sabe cuándo ha de ser usada y cuándo no? ¿Cuál es la que abre y cierra los ojos y los aparta de donde se debe y los dirige hacia otros objetos? ¿La facultad visual? No, sino la del albedrío. ¿Cuál es la que cierra y abre los oídos? ¿Por medio de cuál son curiosos e inquisitivos o, al revés, inconmovibles al discurso? ¿La facultad auditiva? No es otra sino la del albedrío. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.23.8-10
Hoy me encuentro ante otro de esos pasajes, que ya analicé en parte con anterioridad, dado que además es uno de esos pasajes que sin base específica, provoca una serie de contradicciones que me gustaría resolver en el día de hoy aprovechando la situación (aunque todavía no las tengo resueltas al 100%, ya tengo mayor determinación al respecto)
La historia es que este pasaje trata sobre varios temas: La acción apropiada básica (oikeion), la acción adecuada de acorde al rol de persona (meson kathekon) y al mismo tiempo la acción apropiada estoica (katorthoma), y la importancia que tiene el kathekon y todo lo que nos rodea, para que aun no siendo moralmente relevante, debamos prestar la justa atención a aquello dado que tampoco es motivo de indiferencia, en la línea de lo que comentaba ayer. Y por ello, también de manera simultanea la relación que existe precisamente entre la acción apropiada estoica y los indiferentes estoicos.
La cuestión, es que como ya sabemos, según el estoicismo, el alma consta de 8 componentes: Los 5 sentidos, la capacidad de expresión, de reproducción y la facultad rectora (hegemonikon). Dentro de la facultad rectora se encuentra ese elemento que nos diferencia de los seres no-racionales, que en esencia es la capacidad de asentimiento o la Recta Razón.
Evidentemente si lo único moralmente bueno, es esa recta razón, ¿que podríamos decir de las 7 partes restantes? Como ya vine comentando repetidas veces, para los estoicos el resto son elementos moralmente indiferentes. Pero en este pasaje, Epicteto trata de destacar la importancia de los mismos, dado que a pesar de que no gocen de calificación entre lo bueno y lo malo, si están ahí por algo: el Dios Estoico «los ha otorgado», como parte de la Simpatía Cósmica; y como ya vimos en ciertas prácticas estoicas como aquellas que hacen referencia a los indiferentes (tipo el Recordatorio de Impermanencia), hemos de sentirnos agradecidos por disponerlos, aunque en muchos casos solo sean «prestamos temporales».
Una vez hecha la introducción al pasaje, en este primer apartado, Epicteto deja claro que todas estas partes del alma (al igual que otros indiferentes), solo son «ayudantes» de la Razón, para servir a las representaciones. Pero el valor de las mismas esta sujeta única y exclusivamente a esa única parte que tiene verdadero poder para establecer la diferencia entre lo bueno, lo malo y lo indiferente de dicha representación: «La Razón». Por tanto, ¿es la vista, por ejemplo, la que proporciona es la capacidad de ver algo bueno? Es útil, quizá es de lo más útil en esta vida, pero no es bueno ni malo en si. Porque como otros indiferentes, la capacidad de ver, siempre puede estar sujeta para algo bueno como malo; es decir, estando basada en la Razón o carente de la misma. Esto es importante discernirlo y tenerlo claro durante todo el proceso de «transformación» estoica, porque quizá esa duda pueda estar ahí siempre y pueda ser motivo de contradicción como comentaba al principio
Epicteto en sus textos, a veces parece que sugiere que existen cosas buenas y malas (una moral en definitiva), más alla de la Razón, pero habiendo profundizado a estas alturas, he observado que generalmente parece un problema de traducción y otras veces parece que no esta asignando ese peso «moral» cuando habla de algo bueno; sino simplemente lo trata como un sinónimo de «adecuado» o «correcto». Por eso es importante discernir entre ambos elementos: Lo bueno y lo malo moralmente hablando, que es exclusivamente lo que depende del albedrío o la Razón; y por otro lado, lo que no depende, que es moralmente vacío como ya comente hace tiempo cuando hablaba de la Moral Vacía
¿Quién es el usuario? El albedrío. ¿Quién se ocupa de todo? El albedrío. ¿Qué destruye al hombre íntegramente unas veces por hambre, otras por medio de la soga, otras por un despeñadero? El albedrío. Luego, ¿qué cosa hay en los hombres más fuerte que éste? ¿Y cómo es posible que lo coercible sea superior a lo incoercible? ¿Qué cosas pueden naturalmente estorbar la facultad visual? Tanto el albedrío como lo no sujeto al albedrío. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.23.17-19
Una cosa que leo muy a menudo en la lógica estoica es el hecho de decir que hay cosas superiores a otras y por tanto mejores o con más propiedades por el simple hecho de ser superior. La cuestión como ya comente mucho tiempo atrás, es ¿quien determina que es lo superior? ¿Lo contenido del continente? Se entiende que es así.
Si en este caso, la Razón se ocupa, digamos de la Vista, entonces la Razón es superior a la Vista porque esta contenida de alguna forma. Quizá siguiendo esta línea de razonamiento Epicteto se pregunta que si la Vista es coercible y la Razón no lo es, ¿Como es posible que lo coercible (la vista) sea superior a la razón? (lo mismo sería aplicable para el resto de los indiferentes)
Entonces, ¿qué? ¿Desprecia alguien las otras facultades? ¡Desde luego que no! ¿Dice alguien que no tenga ninguna utilidad o provecho el albedrío? ¡Desde luego que no! ¡Cosa insensata, impía, desagradecida para con la divinidad! Pero da a cada uno lo suyo. Y es que también el asno tiene su utilidad, pero no tanta como el buey; también la tiene el perro, pero no tanta como el sirviente; también la tiene el sirviente, pero no tanta como los ciudadanos; también la tienen éstos, pero no tanta como los gobernantes. Sin embargo, no por ser los unos mejores se ha de despreciar la utilidad que proporcionan los otros. También la facultad de elocución tiene cierto valor, pero no tanto como el albedrío. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.23.23-25
La cuestión es que no porque el Albedrío o la Razón sea lo único bueno, y el resto indiferente, deba ser despreciado esto último (como sugieren la escuela cínica o epicúrea en gran medida por ejemplo ante lo que los Estoicos denominan indiferentes). Todo cumple una función o un rol en esta vida. Esto no quita que aunque tenga un rol, también deba tener una posición moral. Uno puede dar uso del buey para el campo, pero si el mismo, tendrá que hacerlo a mano. La cuestión es que asignamos un valor moral al buey, como «tener buey es bueno», entonces por defecto y lógica pura, se suele tender de manera automática a determinar que lo contrario, «no tener buey es malo». Y por ende, al ser malo, causa un impacto en nuestro estado interior, posiblemente una sensación, pasión, sea de enfado, de disgusto o de necesidad (afecto o epithumia). Pero uno en cambio si que podría aseverar con certeza que «Disponer de la Razón es bueno» y que por ende la falta de razón, cause un impacto en nuestro interior negativo. Porque precisamente la Razón esta ahí y es lo que controla todo. Por ello «refugiarnos» en la Razón es un valor seguro.
Y luego también es cierto, que los preferidos, poseen la propiedad de ser graduales, mejores o peores entre si (no buenos o malos). Quizá otro motivo de confusión que lleva a la contradicción. Al contrario de la Razón y la Virtud que es solo tiene un estado «bueno». Por tanto quizá recorrer 1000 kilómetros en avión sea mejor que recorrerlos en tren, porque se tarda menos tiempo, y en tren mejor que en coche por lo mismo. Pero esto no implica que el avión sea bueno y el tren malo. Lo mismo ocurre siguiendo la línea del ejemplo, con un coche, sería mejor que en moto por comodidad. Y en moto mejor que en bicicleta por esfuerzo y tiempo. Pero esto no quita, que la bicicleta tenga cierto valor. Si queremos recorrer escasos kilómetros sin hacer un impacto en el medio ambiente, entonces el transporte en bicicleta es mejor que el transporte en coche.
Pero lo más importante es que nada de todo esto, es tanto mejor que el albedrío. Por eso podemos estar agradecidos de sea la bicicleta, el coche, el tren, etc.. Pero hemos de reconocer igualmente tanto su impermanencia como su falta de valor moral.
Y el quitar la facultad de elocución y decir que, en verdad, no hay tal, no sólo es de ingrato para con quienes se la dieron, sino también de cobarde […] otro por los equívocos, otro por alguna otra de esas posadas y, al quedarse allí, se pudren como con las Sirenas. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.30-41
No he copiado el texto este completo, porque aparte de que es muy largo, puede leerse en este mensaje y en este también. Pero este bloque del pasaje, sea quizá de los más interesantes de todas las Disertaciones de Epicteto con Arriano y que más me ha dado que pensar.
Mis conclusiones a día de hoy son las siguientes: Los indiferentes están ahí por «gracia divina» como quien dice, para ser usados. Pero han de ser usados Razonablemente. Esto quiere decir, que no deben ser depreciados, pero tampoco deben ser amados por encima de todas las cosas, sea cual sea el indiferente. Deben ser cuidados mientras que están en nuestra posesión, y debe ser ejecutada la práctica necesaria para recordar que pueden irse en cualquier momento. Siendo en este caso oportuno ejecutar las prácticas relativas a la disciplina del deseo que correspondan para dominarlos.
Por ello a veces podría decirse, que es incluso más adecuado poseerlos y practicar la disciplina del deseo con ellos, que rechazarlos. Poseyéndolos y dominándolos, moldeamos el carácter, pero sin ningun tipo de gestión, siempre puede existir algo que nos «atrape» sin darnos cuenta, y acabe «poseyéndonos» a nosotros mismos al final.
Nunca hay certeza alguna de todas formas sobre cual sea la mejor de las opciones. Creo que en cualquiera de ambas hay puntos correctos y erráticos. Realmente nunca sabremos como reaccionaríamos a un evento traumático, como por ejemplo, si nos raptase un grupo paramilitar de vacaciones en una ciudad perdida del mundo, y nos sometieran a una situación bastante estresante o dolorosa. Habiendo trabajo la disciplina del deseo estoica durante largos años, quizá estaríamos preparados para soportarlo. Pero por otro lado, habiéndonos despojado prácticamente de todo, y viviendo en el más completo ascetismo a lo cínico, también quizá estaríamos preparados para soportarlo. Pero el inconveniente que observo ante el ascetismo, es que por mucho que nos despojemos siempre nos quedará algo a lo que poder agarrarnos, por la sencilla razón que somos entidades «finitas»; es decir, tenemos nuestro propio cuerpo como mínimo y puede ser nuestro mismo cuerpo el que acabe «traicionándonos» en sucumbir ante el dolor y el sufrimiento (sea por dolor físico por ejemplo, como le paso a cierto discípulo de Zenón, que después de años de penurias físicas, acabó pasándose al Epicureanismo)
Pero de cualquiera de las formas, es muy correcto tomar la determinación de elegir una forma de vivir la vida, con la idea en mente, que nos vamos a preparar para dejar de ser un vaso de cristal que se puede romper en cualquier momento, y nos vamos a convertir en algo, superior a eso. Igualmente podríamos seguir siendo vasos de cristal toda la vida, y morir sufriendo trauma tras trauma sin cesar. O incluso quizá con suerte nunca sufrir un trauma y vivir relativamente bien toda la vida. Pero quizá en nuestro interior algo nos diga que debemos ir un poco más lejos, y es ahí donde entran las filosofías. En este caso, el estoicismo, como vengo comentando, predica algo muy sencillo y complejo al mismo tiempo: Hemos de vivir con indiferentes a nuestro alrededor, nos son utiles, hemos de ocuparnos de ellos y no ser indiferentes ante ellos, pero al mismo tiempo, serán moralmente indiferentes a la hora de juzgar su valor. Con lo cual, debemos buscar un trabajo, debemos trabajar duro en ese trabajo; debemos formar una familia, y debemos cuidar de la misma como si cuidáramos de nosotros mismos; debemos estudiar, debemos ganar dinero, debemos cuidar de nuestro cuerpo comiendo y haciendo ejercicio correctamente, podemos viajar, jugar, entrar en política; en definitiva, prácticamente todas aquellas opciones que nos dispone la vida.
Pero ante todo, debemos cosechar la Razón. Por encima de todo y prioritariamente también sugiere Epicteto generalmente. Y quizá por esto, debamos de consumir mucho menos tiempo cuidando a nuestra familia, trabajando tan duro, estudiando tanto, ganando tanto dinero, pasando tanto tiempo pensando como cuidar de nuestro cuerpo, viajando, jugando, y politizando. Quizá en determinados momentos de la vida, deberíamos reducir todo esto a la mínima expresión y entregarnos casi íntegramente a la Razón. La Razón es nuestro guía y siempre debemos estar atentos a la misma. Si habláramos en términos de la Terapia de Aceptación y Compromiso, en el apartado de los «valores», solo existiría uno en el estoicismo: La Razón.
Y recordando… ¿Qué es la Razón? La capacidad de asentimiento correcto ¿Como sabremos si estamos cercano a ello? Cuando paremos por un momento y veamos cuantos juicios de valor sobre elementos externos hemos hecho a lo largo del día: Si son muchos, sabremos que toca dedicar mucho tiempo a su entrenamiento y dejar absolutamente de lado todo el resto en la medida de lo posible
Cuando digo estas cosas a algunos, piensan que yo rebajo el estudio de la elocución o de los preceptos. Y yo no desprecio ese estudio, sino el estar incesantemente con esas cosas y poner en ellas las propias esperanzas. Si alguien perjudica a sus oyentes con esta postura, contadme también a mí como uno de los que perjudican. No puedo estar viendo que una cosa es lo mejor y más importante y decir por agradaros que es otra. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro II.46-47
Tal como dice Epicteto, cuando uno dice estas cosas como que la Razón va por encima de todo y que hay que dejar todo de lado, parece que uno esta dando de lado al estudio de otras materias en la vida. Y esto es así según el estoicismo: Es una filosofía de vida muy particular, de hecho otras filosofías como el Cinismo, directamente desechan la necesidad de hacer cualquier tipo de estudio al margen de que dispongamos de tiempo para hacerlo. Y muchas de estas filosofías parten por base en cierto grado de «egoísmo» (Oikeion avanzado). En el caso del estoicismo esto simboliza vivir de acorde a nuestra naturaleza como humanos o lo que es lo mismo, vivir poniendo por delante la Razón. Por eso, para un estoico no tiene sentido alguno haber dedicado toda una vida hasta la muerte, en el desarrollo de la vacuna del SIDA, si hemos descuidado durante toda esa vida la Razón. Habrá sido un fracaso de vida, una mala vida, y la persona en su lecho de muerte lo demostrará con sus últimas palabras: «He dedicado toda una vida a algo indiferente pero no he vivido como la Naturaleza precisó de mi, y esto me ha hecho el ser la persona más miserable sobre la Tierra«. Resultan un poco extremista estas palabras, pero así se figura toda la hípótesis estoica. Nótese que bajo un Oikeion avanzado, existe una Oikeiosis extendida, pero esto trata de personas razonables y entre personas razonables, pero nunca, de personas y entre personas e indiferentes (generalmente bienes irrelevantes) que es a lo que nos tiene acostumbrado, la cultura generalmente.
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