Epicteto. Disertaciones. Libro IV. Pasajes XII-XIII [DIA 133]
Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro IV – Pasaje XII
Cuando relajes un momento la atención, no te pienses que la recuperarás cuando quieras, sino ten a mano que, por el error de hoy, por fuerza tus asuntos irán peor en lo demás. Pues, en primer lugar, nace la peor de todas las costumbres, la de no poner atención; luego, la de diferir la atención. Sabe que constantemente estás retrasando para otro y otro momento la serenidad, la compostura, el estar y vivir conforme a naturaleza. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.12.1-2
Aunque ya vimos hace bastante tiempo que Epicteto trataba sobre el tema del mindfulness de una manera subliminal en sus textos; en este pasaje, trata específicamente sobre la práctica específica de la atención, o como vendría a decirse en Griego Koiné (común), la palabra prosochí (también se puede leer como prosochē, προσοχῆ), y es justamente el título del pasaje en cuestión.
Una de las prácticas fundamentales que ya comentaba desde el primer día en el Estoicismo, es precisamente la de precisar a lo largo del día, una examinación de impresiones constante. Esto es necesario de cara a poder asentir correctamente a las mismas. Y es la atención o prosochí, la focalización en los eventos del presente, lo que permite, ir examinando impresión a impresión externa, sin hacerse un juicio de las mismas innecesario (es decir, asintiendo de manera equívoca). Aquí en esta primera parte, Epicteto recuerda, que la cuestión de la atención no es algo que se pueda posponer, no es algo que se pueda dejar a un lado sin más: Con esto nace la peor de las costumbres: No poner atención. Porque si recordamos el proceso Epistemológico según plantea el estoicismo, todo empieza aquí: En esa atención, y desde este motivo originador del conocimiento, cualquier evento puede acabar siendo Vicio o Virtud en función de esta breve decisión, de estar atentos o dejar libre el pensamiento.
¿No te das cuenta de que, una vez que dejas libre el pensamiento, ya no está en tu mano el llamarlo a la compostura, ni al decoro, ni a la tranquilidad, sino que haces todo lo que se te ocurre y sigues tus apetencias?
—¿A qué, entonces, he de prestar atención?
En primer lugar a los universales, y tenerlos a mano, y sin ellos no dormir, no levantarte, no beber, no comer, no tratar con los hombres: que nadie es dueño del albedrío ajeno, y sólo en él residen el bien y el mal. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.12.6-7
En resumen, cuando dejamos de prestar atención el flujo de la Virtud deja de discurrir, y evidentemente pasamos al Vicio por antonomasia. Recordemos que la disciplina de la Virtud es en resumen, la disciplina del asentimiento y como indicaba al principio, para asentir correctamente, primero hay que prestar atención
Y aquí hace la pregunta Epicteto: ¿A qué hay que prestar atención?
Curiosa es la respuesta, a los «Universales» (καθολικοῖς, genitivo, καθολικός, katholikós). Seguro que nos suena esta palabra «Católico«, que exactamente viene a significar eso: Universal, o el Todo. Es decir, que en resumen Epicteto, viene a decir, que hay que prestar atención a todo lo que nos rodea. Por eso se asemeja precisamente tanto esta práctica a ese Mindfulness (atención plena) que tanto he venido comentando en esta página como práctica del Estoicismo por equivalencia (que evidentemente no se llama precisamente así, pero es la forma más popular de ilustrarlo en el presente que tenemos, para representar esta práctica)
Además de esto, se debe recordar quiénes somos y cuál es nuestro título e intentar amoldar nuestros deberes a las facultades de nuestra constitución. Cuál será el momento de cantar, cuál de jugar, en presencia de quiénes, qué resultará del asunto. Que ni nos desprecien los que están con nosotros ni nosotros a ellos. Cuándo hacer broma y de quiénes, cuándo hacer burla y de quién, cuándo mantener relaciones y con quién, y, por último, en el trato, cómo velar por lo propio. Cuando te apartes de alguna de estas cosas, inmediatamente vendrá el castigo, y no de nada de lo exterior, sino de la propia acción. Entonces, ¿qué? ¿Es posible que uno ya no se equivoque? Imposible; pero sí es posible tender constantemente a no equivocarse. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.12.17-19
Una nueva referencia al concepto de los roles (nuestro título) y como la atención esta sujeta a la buena representación de los mismos. La atención como esa herramienta que nos permitirá desempeñar lo mejor posible cuando estemos haciendo lo que estemos haciendo pero siempre teniendo una condición en mente: ¿Es posible no equivocarse? Imposible: Pero sí es posible tender constantemente a no equivocarse
Ojo: Bajo mi interpretación es posible que Epicteto no se refiriera específicamente a equivocarse como al concepto de errar la acción, o en cuanto al fin (una cuestión Teleológica), sino a equivocarse en términos de Virtud, de correcto asentimiento (una cuestión Virtuosa). Equivocarse sería, estar jugando un partido de fútbol, tirar a portería, fallar y sentirse mal por ello. Con atención plena, uno puede tirar a portería, fijarse en la trayectoria del balón, aprender del disparo, ver como no ha llegado a nuestro lugar propuesto, y no ofuscarse por el resultado dado que es ajeno a nuestra voluntad. Pero solo la atención constante durante todo ese proceso de observación, es lo que realmente permite no equivocarse, es decir, ofuscarse innecesariamente por algo ajeno a nosotros. Darse cuenta de esta posible ofuscación repentina es lo que diferencia en el fondo, la Virtud del Vicio.
Ahora, cuando digas: «Mañana prestaré atención», sábete que lo que dices es esto: «Hoy seré desvergonzado, impertinente, malvado; dependerá de otros el entristecerme; hoy me irritaré, seré envidioso». Mira cuántos males vuelves contra ti. Pero si mañana va a estar bien, ¡cuánto mejor hoy! Si mañana va a ser conveniente, mucho más hoy, para que también mañana seas capaz y no lo retrases de nuevo a pasado mañana. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.12.20-21
Y este fragmento final lo dice todo por si mismo: Por cada segundo que no prestemos atención estamos diciendo de alguna forma: «No me importa incurrir en el vicio«. Esto no es algo que se pueda posponer para el dia siguiente. Es por esto que la Virtud estoica es tan significativamente diferente al resto de las Virtudes de otras filosofías helenísticas, como el Peripatetismo, el Platonismo (y Neo-Platonismo), y el Cinismo. Aquí la Virtud es algo que en el fondo se ejercita desde el momento de despertar hasta el momento de dormir. Recuerdo aquella cuestión que formulé hace unos días: Este pasaje precisamente da respuesta a esta pregunta con perfección.
Epicteto. Disertaciones Con Arriano – Libro IV – Pasaje XIII
Cuando nos parece que alguien charla con sencillez sobre sus propios asuntos, alguna vez, de algún modo, nos veremos llevados también nosotros a darle a conocer nuestros secretos, y eso creemos que es sinceridad. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.13.1
Y finalmente, después de todos estos meses, llegamos al punto final de las Disertaciones con Arriano, con un pasaje que no es demasiado intenso, ya que trata muy ligeramente una cuestión muy especifica de las relaciones entre personas: La no necesidad de tener que estar lidiando con los «chismorreos» y los «cuchicheos«.
Precisamente en este primer fragmento define esto con claridad: Parece que cuando alguien nos presta sus «divagaciones personales», nos esta sugiriendo que nosotros hagamos también lo propio. Pero ha de saberse que esto es ajeno a nosotros en el fondo, no tenemos que comulgar con esta actitud necesariamente. Esto es lo que define en esencia a un estoico por su naturaleza.
«Sí, pero es injusto que oigas los secretos del prójimo y no hacerle partícipe, a tu vez, de nada».
«¿Verdad que yo no te lo pedí, hombre? ¿Verdad que no contaste lo tuyo con ninguna condición de que ibas a oír, a tu vez, lo mío?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.13.9-10
Es muy posible, que en muchas ocasiones, viéndonos acostumbrados a este «intercambio» de información, no paramos a reflexionar cuando nos prestamos a ello, tanto desde el punto que presta como el que debe: Cuando prestamos información y demandamos su análoga, como cuando nos prestan información y parece como que también demandan lo propio como decía al principio. En la medida de lo personal, a modo de meditación esto a mi personalmente me ocurre muchas veces en ambos sentidos, y creo que el hecho de que aquí Epicteto lo haya sacado a colación, es interesante para prestar más atención en ello a futuro.
Tú lo confiaste a alguien leal, a alguien con decoro, que sólo considera perjudiciales o beneficiosas sus propias actividades, y de lo exterior, nada. ¿Y quieres que yo te lo confíe a ti, a un hombre que deshonra su propio albedrío, que pretende conseguir una monedita o algún cargo o una promoción en la corte, aunque tengas que degollar a tus hijos, como Medea?. – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.13.13-14
Este es un poco el intercambio que uno pretende: Si en el fondo en la línea del estoicismo estamos trabajando, y alguien nos confía su palabra, ¿por qué esta confianza ha de ser devuelta a alguien que en el fondo no trabaja en la misma línea?. Otra vez, otro planteamiento digno de meditación: Son pequeños detalles que en las relaciones interpersonales muchas veces se dan por presupuestas, pero preguntarse hasta este nivel que clase de relación queremos sobrellevar con el mundo, es un acto de ejercer nuestra libertad de albedrío en la toma de decisiones: Ejercemos nuestra propia voluntad allá hasta donde alcanzamos poder ejercerla.
No necesita la pez ni la rueda para contar lo que sabe, sino que un gesto de una muchacha, si así se tercia, le conmueve; la amabilidad de un cesariano, el deseo de un cargo, de una herencia, otras treinta mil cosas por el estilo. Por tanto, hay que recordar, en general, que las palabras secretas requieren lealtad y opiniones semejantes. Ahora bien, ¿dónde hallar eso fácilmente? O que alguien me muestre a uno así, que diga: «A mí me importa sólo lo mío, lo que no padece trabas, lo libre por naturaleza. Tengo esa esencia del bien; lo demás, sea como venga: no me importa». – Epicteto, Disertaciones con Arriano, Libro IV.13.22-24
Y justamente con este último fragmento acaba el libro: Somos libres de opinar lo que queramos siempre que este libre de trabas.
Con esta última reflexión finalizamos el libro, pero cabe recordar, que no es la última del todo, dado que estos textos simplemente son una compilación quasi-organizada, de unas lecciones de Epicteto con Arriano, en las que además faltan, parece ser, otros cuatro volúmenes más para disponer de todo el texto al completo. Aquí no acaba la cosa, pero si sentencia la historia con esta ultima frase:
¿Que me importan los secretos de los demás, o lo que contando con ellos así consiga, si realmente lo único que merece la pena en el fondo, es lo libre por naturaleza?